1.- Hace tiempo que no me metía con un tipo de la misma profesión. Pero como estoy acabado, y vivo mis últimos años en esta tribu de mierda, voy a hacer una excepción, sin que sirva de precedente. Un ex seminarista de Las Palmas, rescatado de la Iglesia Católica por (es siempre mejor un buen polvo que un hisopo tupido), Carlos Sosa Cáustica, se mete conmigo en un digital pagado por el PSOE y por Cepsa para ponerme a parir: a) por ser amigo de Pepe Rodríguez; b) por escribir en este periódico; y c) porque el Grupo Municipal de Coalición Canaria me compró, en 2003, quinientos ejemplares (a diez euros cada uno) de mi libro "Gesta y sacrificio del teniente González Campos", digo yo que para regalos. Fíjense qué pecado he cometido. Elevar a Carlos Sosa Cáustica (el segundo apellido se lo ha ganado a pulso: pido disculpas a su señora madre por el cambio, hecho con humor) a la categoría de titular merece que lo lamente ante los lectores. Yo apenas lo conozco, aunque sí lo suficiente para catalogarlo como un difamador profesional, al que no le gusta la información sino el chisme. Así le va. Además, este tipo es como esos perros mil leches que muerden la mano de quienes les echan de comer. Que le pregunten a mi amigo el empresario Jaime Cortezo, si no.

2.- Carlos Sosa Cáustica era el más listo del seminario. Hubiera sido un monaguillo de carita graciosa y ademanes feminoides, pero despertó al sexo del bueno y huyó. Menos mal, porque tal y como están de cerreros por los conventos hubiera sido un candidato directo a tomar por retambufa, que el Señor no lo hubiese querido. Dicho lo cual, anoto que profesionalmente es un mentecato, intelectualmente zafio y personalmente insignificante. Como tiene buena ayuda judicial puede llevar estos papeles al fiscal del distrito, para reírme un rato ante su señoría. Ya me da igual una mazmorra que un hotel de cinco estrellas.

3.- Y como tengo el culo como el papel de lija de recibir patadas y el dedo gordo del pie con un enorme callo, de darlas, les diré que Carlos Sosa Cáustica es tan poco conocido en Tenerife como yo en Las Palmas. Este enorme charco que nos separa terminará por ahogarnos. Hago esta aclaración para que los desocupados lectores no se molesten porque yo les haya hablado hoy de un mindundi que se gana la vida insultando a los demás y difamando a los que el PSOE le dice que difame. Es lo bueno que tiene escribir por encargo, monseñor, que tú lo haces con las perras del PSOE (y de Cepsa) y yo siguiendo, con inmensa alegría y convencimiento, la línea editorial de mi periódico. Adiós, imbécil.