LAS COSAS vuelven a ponerse feas en las relaciones entre España y Venezuela. Ya se sabe, por la reiteración de la noticia en la televisión y en la prensa, que dos etarras juzgados por un tribunal español han declarado ante el juez que en Venezuela fueron adiestrados por un sujeto que fue terrorista en nuestro país y hoy ocupa un cargo oficial, luego de exiliado en Caracas.

Los medios informativos españoles han difundido la noticia y el señor embajador de Venezuela en España ha hecho, de inmediato, unas declaraciones, no admitiendo, precisamente, la versión de los periódicos y las emisoras de radio y de TV, sino asegurando que los etarras fueron obligados por la Policía a hacer dicha declaración. Independientemente de las reacciones oportunas de nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores, como español considero -y creo que lo mismo considerará nuestro Gobierno- que el diplomático tiene su lengua muy suelta a la hora de expresar suposiciones no confirmadas y rozando lo acusatorio sin pruebas fehacientes.

En TV hemos visto y oído al presidente Hugo Chávez acusando de mentirosos a los declarantes, que es distinto y hasta puede tener razón, porque no va a exponerse un Estado como el venezolano, tan próximo a España, a esos menesteres tan rechazables. Creemos al señor Chávez, quien expresó contundentemente su rechazo a la falsa acusación, pero seguimos creyendo que no fue correcto el diplomático en sus acusaciones, insisto, injustificadas.

Debe de ser que alguien quiere imitar a su presidente en las formas, que no en el fondo.

Allá cada cual con su política, aunque hay cosas que, sobre todo los canarios, por los lazos que nos unen a la que hemos llamado Octava Isla, no consideramos justas, como las expropiaciones de fincas propiedad de nuestros paisanos, a los que no se les agradece lo mucho que siempre han hecho por Venezuela. También lamentamos las intervenciones oficiales en ciertas entidades bancarias con repercusión negativa para nuestros emigrantes.

Pero, haciendo uso de aquel refrán de que "no hay mal que cien años dure", tengo esperanzas de que Venezuela vuelva a aquellas épocas tranquilas, seguras y prósperas que conocí en mis diecisiete viajes al país que aprendí a querer y del que tengo los mejores recuerdos, entre ellos algunas distinciones concedidas por aquellas autoridades, que ostento y exhibo con orgullo.