1.- Tengo en la cabeza iniciar las Memorias y un título me bulle; ustedes ya lo conocen, porque les he hablado de él: "Siempre amanece". Tras el pesimismo de la noche llega siempre el amanecer, mucho más luminoso y optimista, que te borra lo malo, aunque sea sin motivo. Nunca he experimentado vivir sin un problema; en esta profesión, si te sitúas un paso más adelante que los demás, jamás encuentras sosiego: siempre te preocupa algo, te turba algo, te desazona algo. O te quieren joder. Me llama el pintor para comentarme una iniciativa que ha tenido un restaurante de Santa Cruz, El Azafrán, y que es maridar sus cuadros con platos de diseño. Bueno, me invita pero le digo que prefiero ir yo, comprobar la cosa y pagar mi comida, porque las propuestas de comensales que me trasladó no me hacían ninguna gracia. Soy viejo y huraño y ahora que estoy a régimen, más viejo y más huraño. Carlos Gamonal, hijo, que está casado con mi sobrina Nathalie Hennet, ha abierto una especial tienda de comidas preparadas en la calle de La Rosa. Parece que está de moda el comicio, tan gratificante como el fornicio.

2.- Rebeca Sánchez, que es hija de mi amigo el doctor Guillermo Sánchez Andrés, ha celebrado un exitoso pase de moda de lencería en el Club Náutico. Lo festejó el sábado por la noche en el Macusamba y allí estaba todo el mundo, tan animado. Saludé a un montón de viejos amigos. Como ya no salgo, por el lumbago, pues los veo poco. Todo el mundo coincidía en que estaba más joven y con buen color. Lo de joven es mentira y lo del color se lo debo a la terraza de mi casa, que es particular. El pasado fin de semana, y el anterior, me di un empacho de Vargas Llosa leyendo los espantosos artículos de J.J. Armas Marcelo, que cada vez escribe peor, y de Juanito Cruz, enemigos íntimos. Los dos rivalizan a ver quién es más culichichi de Varguitas -se atreve Juancho a llamar así al Nobel de Literatura, qué falta de respeto-. Se ve que Vargas Llosa quiere más a Juanito Cruz. Que lo distingue más.

3.- Pues les decía que barajo aquel título para mis Memorias, que pueden quedar bien, pero necesito aislarme un mes y darle a la tecla. Desde luego, material sí hay. Dudo si hacerlas íntimas o más profesionales. A diez folios diarios, treinta días serán 300 folios. Ni uno más. Las memorias hay que escribirlas de reguilete, porque de lo contrario jamás se logra unidad de estilo. Porque el estilo de un periodista cambia todos los días. Yo sé que a algunos les va a gustar lo que cuento y a otros no, pero lo bueno de unas Memorias es que contengan cierta dosis de polémica, aunque sean Memorias de periodista provinciano. Quién sabe, a lo mejor me consagro hablando de mí mismo. Y genero querellas, que es lo que a mí me pone.