NOS DUELE la situación de Canarias. Nos duele y al mismo tiempo nos asusta. Hemos hablado repetidamente de hambre. De nuevo leíamos ayer en la prensa local que somos una de las regiones europeas con mayor desempleo. Sólo las colonias francesas están al mismo nivel que nosotros. ¿Debemos sorprendernos por ello? En absoluto: estamos igual de mal que las colonias francesas porque somos una colonia española, lo cual es peor. Antes de la conquista éramos las Islas Afortunadas. Algunos historiadores han llegado a decir que éramos el auténtico Jardín de las Hespérides. Qué pena; qué diferencia tan grande entre lo que éramos, lo que podemos ser y lo que somos en realidad por culpa de la oprobiosa dominación colonial española.

Qué pena nos da, don Paulino (se lo decimos un día más), que usted haya desaprovechado una oportunidad de oro para iniciar las conversaciones que nos conduzcan al esplendor de antaño; es decir, a la libertad, porque nada digno nos aguarda en el futuro mientras no alcancemos la independencia. Una independencia, también eso volvemos a subrayarlo hoy, que llegará antes o después (debería llegar este mismo año, pues el 31 de diciembre concluye el segundo y último período establecido por la ONU para descolonizar todos los territorios que siguen sometidos a naciones extranjeras), pero llegará indefectiblemente. Que no piense Zapatero, ni ningún político español, que estas Islas van a seguir con el estatus colonial que han tenido durante los últimos seis siglos; que van a seguir siendo la teta de España; que los españoles van a seguir llevándose a paladas el dinero de los canarios. Dinero que alimenta a los peninsulares, a los godos y a sus hijos. Y aquí creciendo y aumentando en número las organizaciones caritativas para darle de comer a los hijos de esta tierra. Inconcebible, don Paulino; tercermundista como esas colonias francesas a las que nos igualamos en miseria y hambre. ¿El motivo o la causa? La colonización; la dependencia de España; el robo continuo al que nos someten los españoles desde que cometieron el genocidio con el pueblo guanche. Un crimen de lesa humanidad que continúa impune casi seis siglos después.

No podemos seguir así, señor Rivero. Usted no puede permitir que el pueblo canario esté en manos de la beneficencia y cada vez peor. La gente es paciente, pero llega un momento que revienta. No queremos condenarlo por lo que ha hecho. Es decir, por lo que no ha hecho: por no exigir el inicio del proceso conducente a nuestra independencia, aun a sabiendas de que a usted no le hubiera sucedido nada. Tampoco hubiera sucedido nada en las relaciones entre la comunidad autónoma que usted preside y el Gobierno de la nación que nos coloniza. Una petición política realizada dentro de un marco pacífico no tiene por qué desencadenar un proceso violento. En realidad, estamos hablando de pura diplomacia. Máxime porque la descolonización es un derecho mundial amparado por la ONU.

Zapatero lo ha engañado, don Paulino, con la promesa de las aguas canarias. Usted sabe lo imposible que resulta para Canarias, con el derecho internacional en la mano, poseer la titularidad de sus aguas interiores (e incluso de su Zona Marítima Exclusiva) si antes no nos constituimos en un estado soberano. Aunque la promesa de Zapatero en este aspecto haya sido sincera (algo de lo que dudamos porque lo conocemos), a España, al Gobierno español, le es imposible cumplirla porque lo impide el Derecho Marítimo Internacional. Eso es imposible de conseguir, insistimos, mientras Canarias sea el archipiélago de una nación situada en otro continente, en vez de un estado archipielágico. Qué ridículo ha hecho usted diciendo que había logrado un acuerdo histórico para Canarias. ¿No se ha dado cuenta de que todos los españoles presentes en el Congreso de los Diputados se estaban riendo de su Niña en Madrid? La señora Oramas se ha convertido al socialismo y se ha hecho canariona. Eso es lo que piensa ella. En realidad, en lo único que se ha convertido es en hazmerreír de los peninsulares. No caiga usted en lo mismo, don Paulino.

Le decimos esto porque usted es la única esperanza que nos queda. De los partidos estatales nada podemos esperar porque barren para España y para Las Palmas. Usted es la persona llamada a dar un puñetazo primero sobre la mesa del nacionalismo canario y luego sobre la de Zapatero para decir, de manera pacífica, siempre pacífica, pero sin margen para la duda, que los canarios no quieren más migajas; quieren su independencia y la quieren ya.