EN UN PLANETA fútbol encoñado por la manita del Barça al Madrid, parece que no hay otra cosa de la que hablar. Cualquier otra noticia pasa a un segundo plano para un porcentaje alto de la población ante la tamaña afrenta de vapulear desde el barcelonismo de Guardiola al madridismo de Mourinho. "¡Toma!", le decían mi cuñado o mi yerno a mi hija o a mi sobrino.

Ya se puede estar hundiendo la economía del Estado, en este caso atacada por las huestes de los especuladores, y tanto como cuando Napoleón mandaba en Francia, que por supuesto la prioridad mayoritaria es el baño de calidad que los azulgranas aflojaron a los merengues. Pobres criaturas.

Claro, hay otra gente que puede no tener ese problema. Pero probablemente tendrán otros. No sabemos qué será mejor. Yo, de chico, era del Atlético de Madrid, después ya del Tete sin desviación ninguna.

A mí lo que me interesa es que ni el triunfo en Villarreal es el pasaporte para el cielo ni tenemos que seguir dándole leña al mono. Me interesa que entre todos saquemos esto adelante, buscando la carta de la seguridad en la alta competición. Me interesa amarrar mucho en casa y sacar fuera lo que la línea de juego exhibida ante los castellonenses nos permita; me conformo con eso, de momento.

Sin estar para demasiados trotes, se observa a un mejor Tenerife, una más abundante llegada y una solución defensiva que por lo menos se desenvuelve con éxito. En los últimos partidos, sin lanzarnos, como digo, a tirar cohetes, no nos marcan. Sin embargo, llegamos de vez en cuando, y sin embargo te quiero.

Cuando ganamos, como el domingo pasado, me entran ganas de cantar. Lararí... Es fundamental el "sin embargo te quiero".

"Me lo dijeron mil veces, mas yo nunca quise poner atención. Cuando vinieron los llantos, ya estaba metido muy dentro de mi corazón. Te esperaba hasta muy tarde, ningún reproche te hacía, lo más que te preguntaba era que si me querías. Y bajo tus besos en la madrugá sin que tu notarás la cruz de mi angustia, solía cantar: (estribillo) Te quiero más que a mis ojos, te quiero más que a mi vida, más que al aire que respiro y más que a la madre mía".

La sustancia que el Tete lleva dentro y alrededor es orgullo. Los jugadores y técnicos nuevos tienen que percibirlo e interiorizarlo, y aunque a veces parezcamos menos, somos más que un equipo.

Por ejemplo, en casa hay que imponer nuevamente el fortín irreductible. Que nadie nos tosa. ¿Por qué? Pues porque es el Heliodoro, el de las gestas. El famoso Heliodoro propiedad del Cabildo de Tenerife, que cuenta con 24.800 localidades. Ese que yo considero que habría que pintar de arriba a abajo. El mismo que se inauguró el 25 de julio de 1925. El que en principio era un cantero de tierra, bautizándose con el nombre de Stadium. El que en su primer encuentro recogió un amistoso entre el Tenerife y el Marino FC de Las Palmas con una primera victoria (2-1). El que en el año 49 se realizaron las primeras reformas importantes de la mano del entonces presidente Heliodoro Rodríguez, renovándose casi por completo, y a la conclusión de dichas obras el estadio tomó su nombre actual. El que el 31 de agosto de 1952 estrenó su nuevo césped en un amistoso contra el Atlético de Madrid que finalizó con empate a uno. El que en la temporada 2009/10 inauguró palco, ubicado en la grada de Tribuna Alta, con unas obras de mejora del estadio que también incluían las nuevas oficinas del club, la tienda oficial y un museo cuyas instalaciones estarán ubicadas en la zona de la grada de Popular al término de las obras.

Es el mismo Heliodoro en el que los vestuarios de infantiles o juveniles, en los que nos cambiábamos, se encontraban detrás de General de Pie y en el que muchos nos empezamos a dejar la piel. El mismo al que dábamos vueltas entrenando.

Pedro y Jeffren son parte de esa manita propia. Quizás, si aterrizas desde fuera, te puede costar un poco darte cuenta de lo que significa un sentimiento por encima de un pasajero evento. La manita es la que tiene que concienciarse de lo que somos y a donde vamos. ¡Tenerife!, ¡Tenerife!

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