"La felicidad no es posible

sin el amor"

(Enrique Rojas, médico psiquiatra)

YA ESTAMOS en época de Navidad, siempre alegre para la mayoría, aunque a algunos les resulte agobiante, ya que en determinados ambientes es un tiempo de estresante hiperactividad, ruido y empujones, que nada tiene que ver con el espíritu navideño. Años atrás, solía comenzar al siguiente de Difuntos -con el "vuelve y vuelven a beber" a toda pastilla-. Este año, por ahora se nota tanto desasosiego, menos gente por la calle y los comercios sin aquellas aglomeraciones. ¿Es mejor así?

Sin embargo, si nos encontramos a un amigo o conocido por la calle, o en el quiosco de la esquina, sonríe y te desea unas "felices fiestas" o "feliz Navidad". En Tenerife somos así: buena gente. Lo que me lleva a pensar que si hablar de felicidad en estos tiempos revueltos de España no será temerario o irónico, con un elevado porcentaje de personas que sufren las secuelas del paro, el descrédito al que están llegando las instituciones y que aquello de la sociedad del bienestar era un engaño electoral. ¿Con este panorama se puede ser feliz?

El lunes pasado por la noche estuve viendo a través de El Día TV los destrozos causados por el temporal en el norte de la isla. Me fijé en que los reporteros y reporteras a pie de la noticia, con viento y lluvia -tal vez empapados- daban información real del desastre, no alarmista y hasta esperanzadora; los gestos de solidaridad, que siempre se dan en nuestro pueblo en estos casos, así como coraje y la eficacia de los diversos cuerpos sanitarios y de seguridad. Me hizo caer en la cuenta de que aquella entrega a los demás, sin miramientos, junto con el buen hacer profesional de todos ellos, no cabe duda de que tiene que contribuir a su felicidad personal, aunque no se lo propongan.

Lo mismo que los miembros de aquella ONG que ese mismo día entrevistaba Ángela -reportera de la citada cadena- que, a pesar de arreciar el viento con fuerza y no parar de llover en todo el día, ¡y cómo llovía!, tuvieron abiertos sus locales para poder entregar los alimentos -tal vez algunos perecederos- a las familias que tienen que recurrir a ellos. Con qué amabilidad y sonrisa atendían a las personas que allí acudían. Esta entrega a los demás, el tratar de hacer felices a tantas familias necesitadas, con toda seguridad tiene que redundar en su propia felicidad. Se puede ser feliz en la crisis y hasta con temporal.

No comparto la frase de Sigmund Freud que dice: "Existen dos maneras de ser feliz en la vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo". Las personas que he citado como ejemplo no eran ninguna tonta o atontada. Todo lo contrario. En su forma de trabajar y de mirar hacia los demás transmitían inteligencia, seriedad, serenidad y satisfacción: estaban donde tenían que estar y hacían lo que tenían que hacer. Que a mi modo de ver constituye la base para un bien vivir o una buena vida feliz.

Como se sabe, la felicidad es la aspiración máxima del hombre, y en este sentido dirige todos los esfuerzos de su conducta. Claro que para conseguirla hay que buscarla, con paciencia, constancia y sentido del humor -tampoco es cosa de vagos-. Además, la felicidad no es algo estático, como un permanente estado de bienestar, de buena salud, ánimo festivo o eufórico, el deleite o el placer -entonces sería muy aburrido-; o un hallazgo al final de la existencia, sino a través de su recorrido, la mayoría de las veces, en el quehacer de todos los días.

Del libro "Humor y serenidad en la vida corriente", del profesor José Benigno Freire -Ed. EUNSA-, libro que sugiero leer o releer de vez en cuando, me tomo la licencia de transformar los seis items de un test que propone para la autoevaluación del nivel de serenidad del lector, en seis sugerencias que pueden resultar útiles y prácticas para lograr una vida buena -con calidad dicen ahora- y con frecuentes momentos de felicidad, propios de una trayectoria vital con sentido. Con ellas concluyo: a) tener tiempo para pensar; b) un cierto despego del "status symbol"; c) dominar la "inquieta pereza"; d) desterrar la tristeza; e) "el arte de descansar", y f) un buen amigo. Trataré de desarrollarlas más adelante.

y profesor emérito del CEOFT

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