UNA VEZ MÁS decimos que vivimos con la fe puesta en la Justicia, pero no en la Justicia que practican algún o alguna ejercitante retorcido o retorcida que se deja manipular. Se nos hace difícil pensarlo, pero la realidad es que algunos y algunas se han dejado manipular por el rencor y el fracaso de profesionales de los medios de comunicación, que los han retorcido hasta el punto que han dejado de practicar la justicia y han permitido que verdaderos delincuentes se vayan de fiesta o de rositas. No delincuentes confesos, bueno fuera, pero sí convictos porque ahí están las pruebas gravísimas de sus manifestaciones públicas y publicadas. Un día, cuando pase la tormenta que se cierne hoy sobre esta nobilísima institución en Canarias, EL DÍA publicará íntegra y cronológicamente unos casos que ya habrán sido dilucidados y que, por lo tanto, no estarán sometidos a secreto de sumario del que hoy abusa un periodista digital sucio, chulón y al parecer con derecho judicial de pernada. Algún día el lector, el pueblo, quedarán sorprendidos por los entresijos que hoy no conocen. Por las tribulaciones que está sufriendo EL DÍA y su editor por defender nuestros ideales que, como hemos manifestado a lo largo de los últimos años, son tres.

El primero es luchar pacíficamente por la independencia de Canarias, porque es un anacronismo histórico que, casi seis siglos después de su sangrienta conquista por la fuerza de las armas, estas Islas sigan perteneciendo a una nación abusadora como es España. El segundo ideal u objetivo, como también hemos dicho en varias ocasiones, es evitar que la tercera isla siga ejerciendo su hegemonía sobre las otras seis. Principalmente sobre Tenerife, que es la mayor, más poblada, más rica y con mejores bellezas naturales, pues en ella hasta las reducidísimas zonas áridas que existen son, a diferencia de los desagradables secarrales de Canaria, agradables a la vista. También queremos que deje de utilizarse el engañoso "gran" delante del nombre de la tercera isla. Algo indebido, cuya improcedencia nadie se ha atrevido a discutirnos seriamente. Por último, haremos cuanto esté en nuestras manos, siempre de forma pacífica para que Canarias vuelva a ser la nación del pueblo guanche y no una provincia marroquí. Una integración en el reino alauita que puede producirse en cuanto lo deseen las autoridades de Rabat, pues estamos en su zona económica exclusiva. ¿Será esta noche, será mañana por la noche? Españoles no somos; marroquíes no queremos ser. Somos lo que somos y queremos ser lo que realmente somos: ciudadanos de la nación canaria libre.

Ana Oramas y José Luis Perestelo, como representantes del nacionalismo canario en el Congreso de los Diputados, todavía tienen en sus manos la salvación del pueblo canario; del pueblo que, al votar por ellos, confió en ellos para que reclamaran su libertad ante Zapatero y, si fuera preciso, también ante el Rey de España. Todos confiábamos en ellos para que nos rescataran de las garras de los amos españoles. No lo han hecho pero, lo repetimos, todavía están a tiempo de obrar en consecuencia para no tener que esconderse cuando regresen a Canarias. Y es aquí a donde regresarán cuando los peninsulares se cansen de reírse de ellos. Porque de doña Ana se ríen todos los días en Madrid, a pesar de que ella se cree importante cuando camina por los pasillos del Congreso como si fuera una estrella de cine. La realidad es que Zapatero y su corte se ríen de ella. Y cambiamos de tema.

A la hora de escribir este comentario sólo hemos realizado una lectura superficial del artículo publicado ayer en EL DÍA por Juan Jesús Ayala, presidente del PNC en Tenerife. "Hablar de nacionalismo actualmente, teorizar para avanzar sin tener la apoyatura intelectual de E. Gellner, es un mal andar por los vericuetos, a veces angostos y tortuosos, del nacionalismo", dice al comienzo. "Los teóricos marcan y diseñan caminos y otros habrá que los pongan en práctica; sin teoría el mundo sería romo y el conocimiento totalmente decapitado". De acuerdo, don Juan Jesús, pero la teoría por sí misma no sirve. Sólo andando se hace camino; el camino hacia nuestra irrenunciable libertad. Para nosotros, nacionalismo es la prosecución de un país que era y que fue absorbido por otro mediante el poder de la guerra y de las armas De ahí que el primer deber del nacionalismo sea tener un estado propio y vivir con dignidad.