1.- Este Mario Vargas Llosa, enamorado de la palabra, que se emocionó y emocionó leyendo un bello discurso de recortes, llevó consigo a Suecia a un par de culichichis, que viven casi para presumir de su amistad: Juanito Cruz, en funciones de enviado de "El País", metido en el armario del premiado; y Juancho Armas Marcelo, enemigo íntimo de Juanito, al que no invitaron a la sala donde don Vargas leyó su discurso, sino que se quedó fuera con un tal Boix y las mujeres. Todo lo último lo anunció Juancho en ABC, antes de que Juanito Cruz, disfrazado de enano de La Palma, oculto en el zapato del autor de "La fiesta del Chivo", lo trincara en un renuncio. Así están los dos, tirándose toniques. Como si a mí me interesara para algo la revancha del tal Juancho contra el jurado de su no-premio Canarias de Literatura. Si no se lo dan será por batata. Digo yo. O por barroco. Ya que se fue a Suecia con el Nobel, que se reivindique allí, que esa habilidad de hablar bien de sí mismo la domina, para que le den el Nobel antes de que la próstata lo mande al otro barrio.

2.- Culichichis en Suecia, de escoltas de don Mario, hablando sin parar de sus bonanzas literarias y de sus vivencias con ellos los dos, cada cual por su lado, con el termómetro de la amistad en la mano: "Yo soy más amigo de él que tú, Juancho"; como si fueran dos niños chicos que se preguntan uno al otro: "¿A quién quiere más don Vargas, a ti o a mí? Vaya babosería, coño, la de estos dos hombres como castillos que se han aculichichado en Estocolmo, en vez de darse una vuelta por el puerto para ponerle una guirnalda a la Sirenita. Juancho Armas ha resucitado literariamente con el Nobel de don Vargas, como si se lo hubieran dado a él. Y el otro corrió a Nueva York, en los primeros días, a colarse en su apartamento con un fotógrafo y enfocar hasta la pluma Montblanc del premiado. Chiquito lujo de detalles.

3.- Mientras, don Vargas sigue haciendo caja. Tan sólo "El País" le suelta 6.000 euros al mes por cuatro artículos. Clases en Princeton, derechos por sus novelas y conferencias por ahí; bien pagadas. Menos mal que tuvo el nuevo Nobel el detalle de citar en su discurso a García Márquez, su antiguo amigo, hoy enemigo, en su defensa de la palabra. Buena cosa. Al fin el cabo, un Nobel tiene que estar por encima de todas las cosas, menos de otro Nobel. Ninguno de ellos es primus inter pares. Los dos son extraordinarios escritores. Pero lo mismo que las ballenas que surcan los mares navegan cargadas de parásitos en sus lomos, los Nobel viajan escoltados por culichichis. Es ley de premio.

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