DENTRO de poco, el Cabildo de Tenerife cumplirá un siglo de vida y entonces será el momento ideal para hacer un minucioso y detallado balance del papel que ha jugado en el desarrollo de la sociedad tinerfeña y de Canarias en general. No obstante, estos días hemos tenido la oportunidad de echar la vista atrás y reflexionar sobre el pasado, presente y futuro de la institución que se ha convertido en una de las más apreciadas y valoradas por los ciudadanos de la Isla.

Todos los que formamos parte de la Corporación insular hemos tenido el orgullo de recibir de manos del presidente del Casino de Tenerife, José Alberto Muiños, el premio "Faustino Martín Albertos", que se convoca en memoria del presidente que culminó la obra de la actual sede de esta sociedad. Ricardo Melchior fue el encargado de recoger, en nombre de la Corporación insular, este galardón que quiere reconocer el importante papel que ha desempeñado en el desarrollo social y económico de Tenerife.

Recibir este tipo de distinciones siempre es un honor, pero lo es aún más cuando llega de parte de una entidad centenaria con la que el Cabildo siempre ha mantenido una estrecha relación. Una sociedad que el año pasado recibió el título de Real que concede el Rey Don Juan Carlos y que a lo largo de los años ha demostrado su firme compromiso con la sociedad en la que ha desarrollado toda su actividad. Una institución, además, con la que mantenemos vínculos personales y familiares desde hace más de ochenta años.

Durante el acto de entrega de este título, José Alberto Muiños se refirió a la estrecha colaboración que han mantenido ambas entidades a lo largo de su trayectoria, así como los fuertes lazos que les unen y que les han permitido en muchas ocasiones trabajar en un mismo sentido y con el único objetivo de promover el desarrollo de la Isla, aunque cada uno desde sus respectivos ámbitos de competencia.

Muiños recordó cómo la mayor parte de los presidentes del Cabildo de Tenerife, así como muchas de las personas que hemos tenido una u otra responsabilidad en él, somos a la vez socios y directivos del Casino. También se refirió a la forma en que esta estrecha relación ha permitido a la entidad que preside convertirse "en el núcleo de referencia de la vida política, cultural y social de la Isla".

Citaba algunos ejemplos de este entendimiento y reconocimiento mutuos, como cuando en 1969 el Casino recibió la Medalla de Oro de la Isla que otorga el Cabildo; o como en 1985 éste colaboró con la organización de la décima Asamblea Nacional de Círculos y Casinos de España.

Fue un acto elegante y emotivo que nos recuerda que las Administraciones públicas no podemos vivir de espaldas a la sociedad, hemos de estar siempre pendientes de sus necesidades y trabajar para que los ciudadanos vivan mejor. Por ello, desde las instituciones tenemos que trabajar no sólo por mantener este tipo de relaciones, sino también por fortalecerlas. Debemos animar al ciudadano, como tal, pero también a todos los que participan activamente en alguna organización social (sea la que sea) a que participen de la vida pública, que se impliquen en el quehacer común y trasladen sus inquietudes a los que hemos sido elegidos en las urnas gestores temporales de lo público.

Los que nos dedicamos a la noble actividad de la política sin dejar de ser profesionales debemos luchar contra esa apatía que se refleja en la vida cotidiana y que cada vez recogen más encuestas; tenemos que trabajar con dedicación, empeño y transparencia para que los políticos dejemos de ser el tercer problema para los españoles (según los últimos datos del Centro de Investigaciones Sociológicas).

Para ello, como decimos, creemos imprescindible acercarnos a los ciudadanos y trabajar juntos por lograr objetivos comunes. Pero también necesitamos el apoyo de instituciones como el Real Casino de Tenerife, que constituye un ejemplo de dedicación y entrega a esta Isla en sus más de cien años de historia.

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