No Se TERMINA de sacar, como un goteo, toda la "savia" a la llamada memoria histórica. En lo que concierne a la interpretación desviacionista y revisionista, que, por vía judicial, ya lo intentó Garzón. Por ejemplo, la plaza, en la heroica ciudad de Teruel, dedicada al P. Polanco, su obispo mártir y santo, sustituida por la de Eduardo S. Hernanz, fundador de la Asociación de Disminuidos Físicos de Aragón. O el Valle de los Caídos. O la pretendida desaparición de la estatua dedicada al comandante Franco, que radica en el Tercio que queda en la Legión, en Melilla. Si a esto se suma el "impulso" Zapatero-Montilla, como si la interpretación de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña fuese cosa de dos, para desmontar el gran proyecto: los vencedores de una guerra vencidos en una batalla constitucional. Para seguir disfrutando del poder.

Pero puede haber algo positivo, o más normal, digno de recordar. Dentro de una esperanza cristiana, y de ese consuelo de que las cosas pueden ponerse peor, para que comiencen a estar mejor. Y traigo aquí la conmemoración de los 100 años del aeródromo de La Albericia (Santander), promovida por los Veteranos del Ejército del Aire. Se cerró en 1953, pero cumplió un servicio muy estimable para la ciudad de Santander, en su despegue, hace cien años. El catedrático e historiador Pedro Arce dio en el Ateneo una conferencia, "El Aeródromo de La Albericia en imágenes", y posteriormente el colaborador del Servicio Histórico del Aire Ignacio Azaola, otra sobre "Aviación, revoloteando por la bahía y alrededores". Se quiere dedicar un monumento.

Nosotros, además de estos datos históricos -el festival aéreo de 1910, o la creación de las Semanas Aeronáuticas, y la posterior creación del Aeroclub, entre otras-, tenemos alguna razón personal, humana y profesional, que me permito traer aquí: nuestra pertenencia al Cuerpo Jurídico del Aire, con destino inicial en la Asesoría Jurídica de la Región Aérea Atlántica (Valladolid), hizo que en alguno de mis desplazamientos a Santander, como pretendiente de la que hoy es mi esposa, Ana María, tuviese relación con el Aeroclub y La Albericia. Estaba de instructor quien pudo haber sido mi cuñado, Miguel Báscones Alonso. Había hecho los cursos de la Milicia Universitaria en Villafría, cuyo mando correspondía al laureado coronel Vara del Rey. Fue de la primera promoción. Había terminado los estudios de Derecho. El aeroclub le servía para entrenamiento, desde la etapa de alférez eventual hasta su incorporación como alférez de complemento. Su entusiasmo por la aviación le venía también por un familiar, el teniente coronel Alonso, del Estado Mayor del Aire. Y en lo militar, por su padre Macario Bascones, que, retirado por la ley Azaña, y de la promoción de Franco, había sido curtido en África, liberado del desastre de Anuual, y prisionero en el buque "Alfonso Pérez", del que providencialmente salió con vida. En esta etapa de entrenamiento, Miguel Báscones logró animar a no pocos universitarios a la Milicia Aérea. En algunos casos servía para dar el "bautismo del aire" a algunos deportistas llegados a Santander.

En ese año 1953, con ocasión de un vuelo por la bahía santanderina, llevando a un deportista catalán, al regresar la avioneta dio contra la torre de la iglesia de La Albericia y los dos ocupantes fallecieron en el acto. Por Decreto, previo expediente, se declaró muerto en acto de servicio a Miguel Bascones Alonso, como entrenamiento previo a las prácticas. Criterio que se siguió para otros compañeros muertos en circunstancias semejantes. El entierro fue un acontecimiento singular en Santander, donde se le quería por esa condición de sus servicios aéreos en La Albericia. Nada se ha investigado o dicho de las vicisitudes de este aeródromo en los comienzos de la Guerra Civil. No ocurrió en los aeródromos de Arnedo, mandado por Lacalle, o de León, que contribuyeron a que esas ciudades estuviesen en la zona nacional. (Sería un punto a estudiar por los historiadores, así como la posición de la Remonta Militar, pero esa sería otra "memoria").

La Albericia, tras la contienda, sirvió para el tráfico civil, compartido con la base militar. Hacia 1950, ya con los nuevos cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Iberia inauguró la línea aérea con Madrid. Pero, al tiempo, se iniciaron las gestiones para hacer un aeropuerto en Parayas, inaugurado en 1953. En la expropiación de los terrenos, con muy diversos ocupantes, propietarios, e intereses, y una parte adscritos a la Marina, intervenimos nosotros sobre el terrero, con los expertos de intendencia e intervención. Nos recorrimos las instalaciones, las "lagunas", etc., con los abogados de un equipo de Serrano Suñer y dos notarios. Al final, por Decreto, se aprobó la expropiación y el Ejército del Aire ganó el pleito de intereses. La felicitación del Mando Aéreo consta así en mi expediente. Ahí está la explicación de que esa conmemoración centenaria La Albericia-Parayas no haya pasado desapercibida. En el orden personal, familiar y profesional. Dando gracias a Dios. Y enhorabuena a Santander. Esto, con todo lo que ha representado en cuanto que del aeródromo se ha pasado al gran aeropuerto de Santander-Parayas.