ESTE periódico, en uno de sus últimosnúmeros, publica sendos casos de dos personas que han sido víctimas de malos tratos por parte de su cónyuge, uno de ellos, y por parte de otra fémina, el otro. Titulo el comentario "Al revés del cochino", como se suele decir en el campo a las cosas que son contrarias a la costumbre, porque ocurre que, en los casos a los que me refiero, no se trata del machismo maltratador sino del feminiismo de lo mismo. Cuenta el diario, bajo el título "Papeles cambiados", que un hombre de Santa Cruz cuyo nombre y apellido se revelan, pero no me parece discreto repetirlos, denunció a la autoridad que fue agredido por su ex compañera sentimental, pero fue él, el agredido, el que tuvo que presentarse, comparecer y pasar por Comisaría, así como contestar a las preguntas del representante de la autoridad. Esta persona, en la actualidad, es un paciente del Servicio Canario de Salud, por violencia doméstica, que no sé si en este caso se llame también "violencia de género", aunque creo yo que debe completarse la expresión con la aclaración "violencia de género femenino", porque si no le echan siempre la culpa al macho. Añade el damnificado que su estado es ahora de un grado de discapacidad del 65 por ciento, como consta en el parte médico que especifica que dicha discapacidad es de carácter físico, psíquico y sensorial, y estos males no se causan, desde luego, con caricias. Cuenta también el agredido que la cosa empezó en abril de 2006, y en estos días aún sufre las consecuencias. Su pareja le agredió acorralándolo, no dice con qué armas o elementos. Los vecinos gritaron y la Policía llegó. Pero la detenida no fue la agresora sino la víctima de la tremenda paliza recibida, a pesar de que lo encontraron esconcido huyendo de la mujer, la cual se autolesionó a la vista de la víctima para acusar a ésta de ser la agresora.

Añade la víctima que, justo en ese momento, comenzó su "calvario judicial". Eso ocurrió en el mes de abril de 2006, y el tal calvario dura hasta hoy mismo, así como las secuelas de la tremenda paliza. Admite la víctima de esta brutal agresión que la autora padece una enfermedad mental, por lo que se le indicó que debería ser tratada en un centro especializado, mientras la víctima, que fue objeto de una nueva agresión, se ha visto obligada a cambiar de residencia, entre otras cosas, porque agresora y agredido tienen que cumplir sendas órdenes de alejamiento uno del otro.

El segundo incidente de esta índole que mencioné al principio es el de un hombre que fue apuñalado por una mujer tras una discusión a causa de un choque del automóvil que conducía la agresora con el que manejaba la que sería su víctima. No se mencionan heridas graves ni otros detalles de interés. Sólo el insólito ataque en que no hubo maltratador sino maltratadora. A ver si va a seguir la racha.