La playa de Las Teresitas es la playa de Santa Cruz. Está en San Andrés, el pueblo de pescadores de Santa Cruz, una ciudad que trata de abrirse al turismo. ¿Cómo pretende ser ésta la playa que abandere nuestra capital, con un acceso horroroso después de que levantaran el "mamotreto", que da un aspecto al pueblo de estar en ruinas y que es donde las guaguas dejan a los visitantes (cruceristas en su mayoría), que para acceder a Las Teresitas caminan por la vereda entre las chabolas, el cementerio con aspecto de abandono y la Cofradía?

Una avenida destrozada por el oleaje que todos los años sacude la costa de San Andrés, añadiendo el mal olor que desprenden los contenedores de basura, a los que tiran los restos de los restaurantes y que están en dicha avenida. Y qué decir de la calzada, con un asfaltado que no se trata desde hace muchos años y que parece un camino de cabras.

Lo mismo ocurre en los aparcamientos de la playa, una playa sin papeleras en las que poder reciclar, como las tienen en medio mundo; una playa sin iluminación, con unos vestuarios y baños de pena, y unas duchas donde da miedo pisar descalzo, no sólo por la suciedad, sino también por el riesgo de partirse un pie debido al mal estado de conservación.

Para más inri, desde hace unos meses podemos ver como telón de fondo, campando a sus anchas, bonitos petroleros, fondeados a unos cientos de metros de la playa; no dos o tres, han llegado a haber hasta once enormes barcos. ¡Bonita vista para una foto!

Hay mucho que solucionar, no sólo por el turista, sino por el residente. Es de vergüenza el estado de este barrio y lo maltratado que está.

Alfredo Díaz Simón

A mi buen amigo Chile, desde Asturias

Se me ha ido un buen amigo. Va a resultar difícil acostumbrarse a no tenerlo entre nosotros. No acabamos de darnos cuenta de la facilidad con la que se nos escapan el tiempo y la necesidad de darle valor al hecho de que ese tiempo enriquezca el sentido de nuestra amistad.

Desde Villaviciosa, en Asturias, envío una manifestación de dolor y, al mismo tiempo, de cariño para todas las personas que integran toda esa entrañable familia, que la quiero como a la mía propia. En estos momentos no queda sino lamentarse por no haber estado durante más tiempo, en más momentos, en contacto con todos vosotros; seguramente porque pensamos que el tiempo no pasa y que las personas permanecemos inalterables y con las mismas condiciones, pase el tiempo que pase; y que en cualquier momento se pueden proseguir unas relaciones que nunca debieron enfriarse, por muy lejana que nos parezca la distancia que nos separa.

Chile era, esencialmente, un buen amigo y una excelente persona; íntegro, afable, educado, entrañable... ¡Cuántos calificativos habría que incluir para hacerle justicia!, y creo que, por muchos que utilicemos, siempre nos quedaríamos cortos. Así es como lo consideramos los que hemos tenido la suerte de tratarle.

Chile ha hecho felices a todas las personas con las que ha tenido relación a lo largo de su rica y prolífica existencia; comenzando por su querida Lourdes y sus hijas, "las mejores y las más guapas del mundo", Malule y Maite.

¡Cómo entiendo vuestra soledad y la de todas las personas de todo el Valle de La Orotava que te han tenido cerca! Y todos los que, desde dentro o desde fuera de esa bendita tierra, te hemos conocido tenemos que acostumbrarnos a sentirnos un poco huérfanos. Sólo espero que el tiempo permita suavizar el dolor, en el que tu pérdida, querido Chile, nos ha sumergido. ¡Hasta siempre, querido amigo!

Roberto M. del Campo

(Villaviciosa, Asturias)