1.- Hace más de treinta años, un brujo pronosticó, sentados ambos ante la barra del hotel Mencey, que mi existencia acabaría a los 69 años. Si el adivino acierta me quedarían entonces cinco años y medio de vida, lo que no está nada mal, viendo uno lo que está viendo. Pero, al margen de que deseo que el mago se equivoque, volviendo el defecto en exceso, cuando llegue el año 2016 me hallaré preparado para dar el toletazo. Hago estas reflexiones en la cama, atormentado por una hartada de la post Navidad que me ha inflamado los divertículos y me ha dejado postrado, con ocho kilos menos, contabilizados desde la última vez que fui a visitar a mi endocrina. Cuando era más joven, eso de morir a los 69 años me parecía muy lejano, e incluso hacía bromas con los guarismos, tan eróticos y sugerentes. Ahora que se acerca la cosa no hago más que acordarme del dichoso brujo, que había desaparecido de mi vida. Quiero encontrarlo para pedirle una prórroga, pero no hay forma. Se ha esfumado como si fuera el genio de la lámpara. Sólo me leyó la mano una vez y no quiso admitir discusión alguna: "Cada cual tiene marcado su destino", dijo, "y tú te irás de aquí a los 69… o así".

2.- Ese "… o así" quizá sea la puerta abierta a la esperanza de una moratoria. Pero la expresión tampoco da lugar a un aplazamiento largo de mi año de partida, quizá uno, o a lo sumo dos más. Es curioso que no me dan ningún miedo la adivinación y su consecuencia, más bien me sumen en un estado de sopor, quizá agudizado por la fiebre que atempera mi pesimismo. Me he levantado a escribir, como un autómata, consciente de mi obligación, mientras en la televisión hablan del follón que han montado los sociatas con la ley antitabaco, que el Gobierno había sacado a la luz para que nadie hablara de economía; y resulta que se le ha vuelto en contra, porque los pocos votantes que le quedaban al PSOE abominan ahora, con gran énfasis, de la tal y de su cuerpo nacional de delatores. El espía Rubalcaba ha contagiado a sus compañeros de su ramalazo inquisitorial. ¿Cuándo desaparecerán estos personajes de la política española?

3.- Por otra parte, y en el fragor de la fiebre, he pensado en la cantidad de gente que se alegrará cuando exhale mi último suspiro. Son gajes del oficio, porque cuando uno vive en la trinchera social se arriesga a que su desaparición provoque más alivio que pena. Ay. Son elucubraciones muy poco metafísicas, ya digo más propias de un estado febril que de otra cosa. No me hagan caso. Como encuentre al brujo -y muchos estarán contentos de que esto no ocurra- le pediré una prórroga, no por nada, sino para seguir chinchando al personal.