En los dos últimos años hemos estado viendo cómo la gran inmigración de chinos ha llegado a nuestras islas; primero, con extrañeza y curiosidad, pues unos restaurantes más en adición a los ya existentes, aún con estrechez, se puede admitir. Pero de ahí rápidamente pasaron a bazares y más bazares, luego, con preocupación y ahora con horror, en nuestros comercios de ropa, cafeterías canarias, tiendas de víveres, etc. Y lo más atropelladamente de todo, como empleados en los mismos negocios de canarios, como mano de obra barata, dócil y servil, puesto que abundan chinos para todo. Mientras, el elemento isleño, que por derecho siempre venía desempeñando muy bien esos trabajos, va al paro permanente y, como consecuencia, a la degradación física y moral que tal miseria y marginación en su propia tierra y por su misma gente produce en nuestros compatriotas.

Estas hordas de orientales hasta la hacinación inhumana en el escaso espacio de nuestras islas están programadas, fomentadas y asistidas por la mismísima China, en vil complot con el traicionero colonialismo que con impunidad nos está vendiendo. Muy pronto ya serán una compacta y aplastante mayoría, aun entre los otros ya numerosos inmigrantes, no tan bien organizados como ellos.

¿Qué irá a pasar? El voraz expansionismo del imperio marroquí, que siempre ha tenido a Canarias en su mapa magrebí y ya últimamente la incluye también en el de sus carreteras nacionales, reclamará la posesión de nuestras Islas, al tener además en la actualidad y muy en su favor una extensa comunidad de nacionales de tal país residiendo, y sentir gran agravio por el descomunal asentamiento de colonos extranjeros de otros continentes, que ya pasan con largueza del millón, con China, junto a USA y Francia en el Consejo de Seguridad de la ONU abiertamente en su favor. Pues China, como gran potencia, tiene por objetivo usar a la fácil y sumisa Canarias de cabeza de puente para su actual expansión económica hacia África, a la que nuestras Islas tienen muy cerca y de frente.

Los países africanos estarán totalmente de parte de Marruecos, lo mismo que el resto del mundo en general, puesto que nadie naturalmente se inclinará por la continuación del ya anacrónico colonialismo en nuestro Archipiélago; y máxime cuando sus mismos nativos en mayoría ven con recelo la independencia, y encima cretinamente se identifican europeos-ultraperiféricos, sintiéndose más españoles que los de la propia España.

Y como su madre le dijo a Boabdil al perder el Reino de Granada camino al destierro: "¡Llora con lágrimas de mujer lo que no supiste defender como hombre!". En nuestro trágico y triste caso: ¡llorad con lágrimas de españoles ultraperiféricos por lo que no supieron ni quisieron defender como canarios patriotas!

Jaime Morera

Desratizar, no "desgatizar"

En estos días leí una noticia sobre una perra, "Dulcinea", que habían adoptado de un refugio tras haberla rescatado de una carretera, donde llevaba quince días jugándose la vida por acompañar a otro perro que había sido atropellado. Personalmente, soy más de gatos que de perros, pero no por eso me dejó indiferente semejante suceso, al contrario, son muchas las historias reales que conozco en este sentido sobre perros y gatos que demuestran que desgraciadamente seguimos infravalorándolos, maltratándolos y, en definitiva, cosificándolos injustificadamente. Como he dicho, yo soy más de gatos y por eso llevo conviviendo con ellos toda mi vida y los conozco bastante bien. Hace años, viviendo en un pueblecito de la Península, tuve de vecinos a unos pastores y por temporadas toda la calle se infestaba de pulgas y alguna que otra garrapata, picándonos a todos los vecinos y llegando a contagiarnos alguna enfermedad de la piel incluso. Por experiencia puedo decir que las pulgas propias de los gatos no son las mismas que las que podemos padecer los humanos, que sí compartimos con el ganado, los perros y los roedores, y aquí es donde quería llegar. En este periódico se ha publicado recientemente un artículo sobre un problema de pulgas y garrapatas en todo un barrio, achacando el mal a los gatos y a quienes los alimentan, cuando lo más razonable sería pensar que las pulgas vienen de ratas y ratones, y que si ha crecido la población de felinos es precisamente por la gran cantidad de roedores a los que cazar. Es decir, que más bien los gatos son parte de la solución y no tanto del problema. Como en estos casos suelo ser pesimista, supongo que finalmente prevalecerán los prejuicios y no el sentido común.

L. A. Martínez