PASO frente al parque de bomberos de La Orotava y leo una pintada curiosa. En realidad, leo varias, pues alguien ha tenido a bien cubrir casi por completo la fachada del edificio con sus demandas. Ignoro si llegado el caso el autor -o los autores- de la "obra" pagarán de su bolsillo el imprescindible repintado. En cualquier caso, me quedo con dos lemas: "Seis bomberos para siete municipios" y "están engañando al pueblo". Me pregunto si seis son suficientes para el número de incendios que acontecen en esas siete localidades. Si a varias doñas -doños, que también los hay- se les olvida un caldero al fuego todos los días y al mismo tiempo, ciertamente no. En cambio, si los percances se producen cada dos semanas y no en todas partes... A su vez me pregunta mi mujer si son seis bomberos por cada turno o seis en total.

Decido informarme y descubro que en el citado parque de La Orotava hay, como cabía esperar, seis bomberos por cada turno de una plantilla que supera la treintena. Cada uno de ellos, al igual que los otros 200 contratados de forma fija -como funcionarios- por el Consorcio de Tenerife, trabaja un día y descansa cuatro. Eso significa que en total curran 72 días al año, con mes y medio continúo de vacaciones. Naturalmente, sin contar las bajas médicas, al parecer bastante frecuentes porque se trata de personas aficionadas al gimnasio y de vez en cuando se doblan una mano o se tuercen un tobillo. Que sería de mí si cada vez que me doliese la espalda no me sentara a escribir este artículo ni me pusiera delante de una cámara de televisión. Aunque bien es verdad que siempre hubo ricos y pobres.

¿Son ricos los bomberos? Interesante pregunta. Los que menos en el mencionado Consorcio tinerfeño percibe un salario bruto anual de 48.000 euros. Emolumentos que aumentan proporcionalmente con rangos y especialidades. Entonces, ¿a qué tanta pintada? Al parecer porque el Cabildo no les contrata -ni les paga, claro- las horas extras que hacían antes. No se las contrata ni se las paga porque la Corporación insular, como todas las administraciones públicas, tiene las arcas más quemadas que la moto de un hippy. No obstante, la merma debida a este concepto apenas llega a 2.000 euros anuales por cabeza. Ahora entiendo el enorme interés de tanto pibe musculoso por entrar en el oficio.

Decididamente, quiero ser bombero. Pero no voluntario, sino de los que cobran. Porque esa es otra. A los 200 bomberos profesionales existentes en la Isla hay que sumar otros 200 voluntarios. Un personal adicional muy capacitado, formado y entrenado por los profesionales y que siempre actúa a las órdenes de éstos.

Sobra añadir que estamos ante un ejemplo más de lo que suponen años, décadas incluso, de negociaciones laxas. Hoy son los bomberos, mañana el personal de la limpieza pública, y pasado los funcionarios de determinado servicio; lo que sea. Cuando toca renovar un convenio, basta que al político de turno lo presionen con una huelga -o con un simple preaviso- para que ceda antes de enfrentarse a las iras de los ciudadanos afectados. A fin de cuentas, no es el político quien va a pagar de su bolsillo las mejoras, tanto si son justas como si rayan directamente en lo abusivo. Cuando había dinero en el erario más o menos se capeaba la extorsión; lo malo es que ahora ya no hay de donde sacar ni un céntimo más.