ESTA SEMANA voy a dedicar mi columna a la próxima beatificación, el 1 de mayo, de Juan Pablo II, el Grande, el atleta de Dios, como se le llamaba en la época de su plenitud. Fue un pontífice muy querido por millones de personas dada su gran empatía mostrada en sus más de 127 viajes por todo el mundo. Haciendo historia, el sábado 2 de abril de 2005 fallecía el Papa Juan Pablo II, y ya cuando fue anunciada la noticia en la plaza de San Pedro, en Roma, atronadores aplausos solicitaban, con la expresión "santo súbito", su pronta canonización. La secuencia del proceso fue la siguiente: el 2 de junio de 2005 se produce la curación, considerada milagrosa, de una monja francesa enferma de párkinson por la intercesión de Juan Pablo. El 28 de junio se abre el proceso propiamente dicho, al dispensar el actual Papa, dentro de sus atribuciones, del plazo de cinco años preceptivos después de la muerte. El 21 de diciembre de 2009 fue nombrado "siervo de Dios" al reconocerse sus "virtudes heroicas". El 15 de octubre un equipo de tres médicos dio luz verde al milagro, al reunir las condiciones requeridas: tratarse de una curación repentina, científicamente inexplicable y duradera. Finaliza el proceso cuando la Congregación para la Causa de los Santos da su aprobación tras analizar los documentos de la comisión médica y teológica sobre el milagro que se le atribuye a su intercesión para que sea beatificado. Por último, el actual Papa, Benedicto XVI, ha fijado el próximo 1 de mayo para su beatificación en la plaza de San Pedro, que realizará el propio pontífice, haciendo una excepción puesto que él solo tiene previsto realizar canonizaciones, no beatificaciones. Pero hay que tener en cuenta el enorme afecto y respeto del pontífice actual a su antecesor, con el que trabajó muchos años, y hacer notar que hace al menos diez siglos que no se da la circunstancia de que un pontífice beatifique a su antecesor. La fecha elegida es muy significativa, pues es el segundo domingo de Pascua, que el propio Juan Pablo dedicó a la Divina Misericordia en el año 2000, y en cuya víspera terminó su vida terrena. ¡Cuantos lo conocieron y amaron no podrán más que celebrar con la Iglesia este evento!

Fue Juan Pablo II considerado un líder espiritual de una humanidad confusa y fracturada, a la que no se cansó de proponer el modelo de Cristo como único camino para construir una nueva civilización basada en el amor. El cardenal de Madrid, Rouco Varela, ha expresado que la personalidad de Juan Pablo II es de una magnitud espiritual e histórica absolutamente singular. Amó profundamente a Dios y por ello a su Iglesia, a la que sirvió con inquebrantable fidelidad, primero como seglar, después como sacerdote y obispo y, por último, como Papa, negándose, como se le pedía desde diversas instancias, a que renunciase al pontificado dada su precaria salud, consecuencia de su edad, del atentado que sufrió y del arduo trabajo de toda una vida dedicada a los demás.

Como no podía ser menos, yo también me sentí atraído por la personalidad arrolladora de este Papa, y le he dedicado algunos artículos. Uno de ellos lo presenté a la Asociación de Mayores y mereció un diploma, no un premio, al no ajustarse a las dimensiones requeridas. También, el 13 de mayo de 2005, le dediqué un "Desde mi Observatorio", con motivo de su muerte, que comenzaba así: "Estamos viviendo en estos tiempos inmersos en un cúmulo de acontecimientos mundiales, nacionales y, por qué no, locales. A nivel mundial lo más sobresaliente ha sido, sin duda, la muerte de Juan Pablo II, un Papa considerado por la mayoría del pueblo creyente y de los medios de comunicación como "el Magno o el Grande". De esta forma se refirió al mismo el nuevo pontífice. Incluso fue aclamado como santo por el pueblo, muchos millones de personas, en Roma y gran parte del mundo. Aunque muchos laicistas lo sientan en lo más profundo de su ser, ¡la Iglesia está de moda estos días! La retransmisión "urbi et orbi" de la muerte del Papa y la modélica y rápida elección de Benedicto XVI, un pontífice de gran inteligencia y al mismo tiempo de una gran humildad y cordialidad -¡qué difícil de conciliar esto con nuestros patrones laicos actuales!-, ha sido seguida por miles de millones de televidentes en todo el orbe… A su muerte deseé que fuese elegido un Papa que continuase su labor ecuménica, y venturosamente así ha sido, pues Benedicto XVI recogió el testigo y lo está haciendo muy bien".

Hubo al menos otro artículo que titulé "Juan Pablo, amigo", con motivo de la visita, por quinta vez, a España. Del 2 al 5 de mayo de 2003 fue la visita, con sus 83 años, y que realizó con el lema "Seréis mis testigos", para la canonización de cinco nuevos santos españoles. Juan Pablo II quería mucho a España, a la que llamaba "tierra de María" y "tierra de santos". En los estudios teológicos que realizó en su juventud se inspiró en los místicos españoles san Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, de quien decía que en ella encontró siempre estímulo para alimentar y mantener su libertad interior para Dios y para la causa de la dignidad del hombre. En su peregrinar recorrió varias veces la Tierra, su mente permaneció siempre lúcida, su capacidad de trabajo fue enorme, promulgó más de once encíclicas, muchas cartas y exhortaciones apostólicas, así como muchos documentos a la Virgen María, de la que era gran devoto; su lema papal era "todo tuyo". Convocó seis sínodos de obispos y cinco Jornadas Mundiales de la Juventud con gran éxito. La que este año va a celebrarse en Madrid lo tendrá como patrono, lo que es considerado como una increíble providencia que desborda todas las previsiones. Destaqué los encuentros interreligiosos de Asís (1986-2001), para rezar junto con otras religiones por la paz. En su haber están también los Códigos de Derecho Canónico y el de las Iglesias Orientales, la reforma de la Curia Romana y el Catecismo Universal actualizado, amén de sus visitas a las diócesis italianas, la canonización de 1.300 beatos y quinientos nuevos santos, con todo lo que esto lleva consigo. Fueron casi veinticinco años de arduos trabajos como obispo de Roma y sucesor de san Pedro, solo superado en el tiempo por el propio san Pedro y dos Papas más.

Soportó en su juventud dos terribles dictaduras: la de Hitler y posteriormente la comunista de Rusia en su esplendor. El joven Karol Wojtyla había decidido en su juventud encauzar su talento por la vocación literaria, formado en la lectura de los románticos polacos, que reconocían en el catolicismo la levadura que había hecho posible el nacimiento de una conciencia nacional, descubriendo en la palabra un instrumento para aunar sentimiento y razón, emoción e intelecto, así como un canal privilegiado para la búsqueda de espiritualidad. De todo lo cual deberían tomar buena nota no solo los creyentes, sino incluso la Iglesia, evitando así tantas deserciones.