Parto de que estoy a favor de horadar lo que los familiares de Chillida, él mismo lo decía, consideran la culminación artística más importante de su obra. Un espacio de vacío interior que, dados los tiempos que corren -en los que hay que comer-, puede ser un importante foco de interés para Fuerteventura. Por supuesto que hay gente en contra. Recuerdo una pintada en un muro en Tenerife: "Chillida, vacíate el cerebro" (supongo que de ideas); en realidad es que no queda más remedio que combinar cosas "muy bien" hechas con el legado de Dios y de los que nos antecedieron. Aunque, cuidadito, revisen bien dónde y cómo rompen, porque lo que está encima sí que es grandioso, en su valor natural y sagrado.

La montaña sobre el llano de Esquinazo, en La Oliva, es esplendorosamente clara, desgarrada por los surcos, compuesta por picos y triángulos, con la fuerza de una imponente pirámide geológica llena de valor prehispánico y arqueológico por la cantidad de grabados rupestres que alberga, sobre todo motivos en formas de pie o podomorfos. ¿Qué significan? Digamos que serían expresiones rituales, mágicas o de aviso, como advirtiendo de salir por piernas ante la posibilidad de erupción de un volcán o de, si acaso, acceder a la montaña con los pies de plomo. Mismo, "no metan la pata", los grabados podomorfos están presentes en otras islas y también en otras zonas de influencia cultural bereber.

Hay una leyenda que puede explicar el significado en relación con el miedo de los guanches a las entrañas de la tierra, por donde se destapaba el magma ardiente: Guayota, el maligno, vivía dentro del gran Echeyde y desde allí, por la boca del volcán, lanzaba lava y cenizas amenazadoras cada cierto tiempo para recordar su presencia. Echeyde era, además, un camino abierto hasta el mismísimo infierno. Cuando Guayota salía de su guarida adoptaba la forma de un fiero perro negro e iba acompañado de los Tibicenas, sus hijos, también encarnados en perros oscuros. Guayota osó un día raptar al mismísimo dios Magec, el dios del sol y de la luz, y lo llevó hasta el interior de la montaña, no permitiéndole escapar y haciéndose súbitamente la noche en todas las islas. Aprovecharon esos momentos de oscuridad los Tibicenas para merodear por los campos y devorar el indefenso ganado. Los atemorizados aborígenes acudieron a Achamán, el dios de los cielos, el dios más importante del panteón. Le pidieron, entre súplicas, que se apiadara y los ayudara a vencer al maligno. Achamán se compadeció de sus fieles servidores y comenzó lo que sería una lucha encarnizada contra Guayota. El resultado fue su victoria, la victoria del bien sobre el mal, y la liberación del dios Magec, el cual devolvió la luz a los que se habían convertido en tenebrosos paisajes de sombras. Además, Achamán tapó la entrada misma del volcán Echeyde para evitar así que Guayota pudiera salir de nuevo. Y eso fue lo que consiguió durante largo tiempo, hasta que la montaña volvió a rugir de nuevo. Cuentan que cuando esto ocurría, cuando el volcán estallaba de nuevo en su furia infernal, los guanches se apresuraban a encender hogueras que hicieran creer a Guayota que toda la ínsula era también infierno, para que así el ser maligno cambiara la dirección de su recorrido por el mundo.

Declarada Bien de Interés Cultural, Monumento Natural y Punto de Interés Geológico por la Administración canaria, es, asimismo, el punto central del que se extraía la famosa traquita, quita, quita, de la que nos salvamos. Tindaya constituía un lugar sagrado para la población aborigen, los majos, que esculpieron sobre ella unos trescientos grabados distribuidos en 57 paneles y otras veintinueve siluetas en bloques sueltos -hoy desaparecidos-, distinguiéndose cuatro tipos de representaciones: 1.- Siluetas de pies, muy abundantes. 2.- Figuras de tendencia rectangular y ovoidea, tanto por parejas como en agrupaciones, consideradas como figuraciones abstractas de pies. 3.- Figuras geométricas reticuladas, que también se interpretan como pies unidos. 4.- Motivos varios.

Obsesionados con los pies humanos, es posible que en simbología de patada en el trasero y décadas después de que Eduardo Chillida diera a conocer su innovador y atrevido proyecto, la idea, que "no costará un euro a las arcas públicas, porque se hará a cambio de una explotación turística del monumento" -no sé si sería mejor pagarlo-, podría llevarse a cabo pronto.

¡Cuidadito!