VIENEN unas elecciones y el factor "letras de murgas" puede haber generado que algunos hayan pensado ya hace unos cuantos meses en ver cómo intentar arrimar el ascua política a su sardina. Si se politiza la justicia, los medios y hasta la Policía, no podemos extrañarnos de que pueda darse con las murgas. De hecho a mí me parece que el fenómeno ya ha emergido anteriormente y quizás desde hace muchos años. Puede que a algunos se les vea el plumero: siempre lo mismo y siempre con lo mismo, cuando a mí modesto modo de entender tendríamos que buscar más la innovación, la originalidad, la frescura, los reflejos y es posible que dando un poco de margen a la rabiosa actualidad. Asimilada la cercanía de los comicios, pueden haberse acentuado las tentaciones este año. La política es poder y el poder es dinero y el dinero corrompe hasta lo más puro o lo más bonito. Posiblemente ya haya murgas con etiqueta, con una tendencia doctrinal u otra, por lo que hoy reivindico la letra libre, la capacidad de meter caña a quien y cuando cuadre. La crítica y la sátira por encima de cualquier manipulación extraña, el quiebro del humor elegido sobre la genialidad de un enfoque o tema. Tú mismo, colega, reivindico la esencia misma y constitutiva de una murga, la libertad.

Cierto es que las cosas pueden verse desde ángulos diferentes, cierto es que yo puedo ser negro y tú blanco, pero se trata del condicionante fundamental del decir las cosas a la cara, sentirse dentro de un grupo libre que dice lo que sale del pito. En caso contrario se corrompe lo más profundo de la llamada voz del pueblo cuando no suena a eso, a pueblo.

Seguro, porque me consta que la mayoría lo entiende así. Es lo que enseñaron los maestros como Enrique González Bethancourt y la larga lista que vino a continuación. En este sentido me permito poner una parte de la letra de una canción internacional muy conocida: "No es lo mismo", de Alejandro Sanz: "No es lo mismo ser que estar, no es lo mismo estar que quedarse, ¡que va!, tampoco quedarse es igual que parar, no es lo mismo, será que ni somos, ni estamos, ni no pensamos quedar, pero es distinto conformarse o pelear, no es lo mismo... es distinto. No es lo mismo arte que hartar, no es lo mismo ser justo que ¡qué justo te va!... verás, no es lo mismo tú que otra, entérate, no es lo mismo, que sepas que hay gente que trata de confundirnos, pero tenemos corazón que no es igual, lo sentimos... es distinto. Vale, que a lo mejor me lo merezco, bueno, pero mi voz no te la vendo, puerta, y lo que opinen de nosotros... Léeme los labios, yo no estoy en venta. Vale, que a lo mejor lo merecemos, bueno, pero la voz no la vendemos, puerta, y lo que opinen de nosotros... léeme los labios...", que define lo que los murgueros de corazón llevan muchos años defendiendo y grabando en la piel erizada de los canarios.

Esto vale también para otras disciplinas como el periodismo. Aunque sea la suya -eso ya se entiende-, la verdad y la honestidad, salga el sol por donde salga, han sido el estandarte y la bandera única defendida, según el libre albedrío de cada cual, por un porcentaje mayúsculo de directores, letristas y murgueros de toda clase y condición. Varias generaciones, en números importantes de jóvenes, se han curtido en el propio contraste y por eso se ha formado una capacidad de repeler manipulaciones y mentiras con otros fines diferentes.

A lo nuestro, lo que digo es que no se dejen influenciar por los sibilinos y rastrerillos. Sigamos en la línea de mandar caña al por mayor tomando lo mejor de esos mundos de Dios para adaptarlo a un enorme y auténtico carnaval masivo que no se acompleja con nada. La calle es su fuerte y el genio su patrón. Tu, cópiame a mí: "Chicharrero, chicharrero, chicharrero de corazón, salta en la calle y dale al tambor que el Carnaval ya llegó". ¿Chileno el himno?, ¿brasileñas las comparsas?, ¿centroeuropeas las rondallas?, ¿gaditanas las murgas?, ¿un pescado el chicharro? Ya, pues entonces no sé de dónde viene la poca visión para no ver las Islas como conjunto tratando de centralizar méritos, recursos y flashes en el centro de una sola ciudad.