TENGO por ahí una carta manuscrita que me remitió en su día José María Ruiz Mateos desde la cárcel de Alcalá Meco. Había escrito un artículo sobre su rocambolesca fuga de unos juzgados madrileños, camuflado con gabardina gris y sombrero. Igual que los espías de John Le Carré cuando estaba vigente la guerra fría. Una muestra, se mire como se mire, de hasta dónde puede llegar a ser esperpéntica la policía de este país a poco que se lo proponga. Por cierto, esta misma semana leí en este mismo periódico una noticia acerca de un juicio contra un funcionario del Cuerpo Nacional de Policía por, según parece y atendiendo a la acusación del fiscal, renovar DNIs fuera de las dependencias oficiales. Entre otras irregularidades, se le acusa de haber compulsado un DNI sobre el capó de un coche aparcado en el estacionamiento de Alcampo de La Laguna. No me digan que esto, amén de invitar al descojono -con perdón por la ordinariez para las cuatro o cinco señoras decentes que todavía me leen- no supera a la evasión de Ruiz Mateos con atuendo de espía del Este, si bien ese es otro asunto.

Leo con preocupación, y con pena, las informaciones sobre la suspensión de pagos de Nueva Rumasa. Preocupación porque no está el país para más disgustos económicos y pena porque, de alguna forma, el nuevo derrumbe del citado empresario jerezano hace buena la expropiación de la primera Rumasa, sin previo aviso y con nocturnidad, un miércoles 23 de febrero de 1983. Una época singular en la que el casi recién estrenado Gobierno socialista -Felipe González había ganado sus primeras elecciones apenas cuatro meses antes- estaba cambiando el país hasta dejarlo irreconocible para la propia madre que lo parió. Época convulsa, ciertamente, pero también un tiempo de innegable apogeo para la gente guapa; la beautiful people, como decían los que presumían de hablar inglés aunque en realidad no entendían ni un carajo de esa lengua. Los tiempos del ministro Boyer y de la china que quería tomar el té por las tardes con la Reina, al igual que la ínclita Pilar Urbano. Nunca lo consiguió, pese a los dieciocho cuartos de baño en su mansión con calefacción hasta en la caseta del perro. Mientras tanto, el ex presidente Calvo Sotelo llamaba infructuosamente a la Moncloa para que le pagaran la calefacción de la garita del guardia civil que lo custodiaba, porque carecía de ingresos para tal dispendio. El pobre.

Esa era la España del social socialismo de González y los suyos. Mejor Gobierno, en cualquier caso, que el actual Ejecutivo del buen talante y gran rollito. Una España en la que siempre vi a Ruiz Mateos como un rebelde con causa. Justificó Boyer la expropiación como la única forma de evitar una hecatombe nacional, habida cuenta que Rumasa contaba entonces con unas 700 empresas, más de 60.000 empleados y una facturación anual de 350.000 millones de pesetas; alrededor de 2.000 millones de euros cuando el dinero valía más que ahora. Pensé entonces, y lo he seguido pensando hasta ayer, que el trasfondo era otro; que lo perseguido realmente por el Gobierno era dar un escarmiento general cortándole la cabeza a un gallito que se estaba poniendo demasiado impertinente. Vista la situación actual de este empresario, de nuevo en las andadas, cabe preguntarse si tuvo razón González a la hora de intervenir, pese a la infame reprivatización de las empresas realizada posteriormente.