DEBE de ser mi sino. Y siendo mío, he de apechugar con él con todas sus consecuencias.

Quedé comprometido la semana pasada, en esta columna, en que me ocuparía hoy del Auditorio en razón a lo que el señor arquitecto que tenía a mi izquierda en el salón de actos del Parlamento el día 4 del presente mes expresó sobre el mismo: "Es una arquitectura ejemplar, aunque algunas personas mayores encuentren dificultades en su interior". No dije nada allí porque ya había intervenido previamente y en un coloquio han de respetarse ciertas formas a fin de que tengan oportunidad otras personas. Pienso que don Sebastián Matías Delgado, que fue uno de los tres ponentes en aquel acto, le dio cumplida réplica. No obstante, lo prometido es deuda e incidiré sobre el asunto.

Tengo escritos al menos, diecinueve artículos relacionados con el Auditorio "del Sr. Calatrava", que lleva el nombre de Tenerife y al que ahora, por acuerdo unánime de los "padres de la patria chica" (Cabildo Insular) el día 28 de enero de 2011, se le ha añadido el nombre "Adán Martín". Y ya se me riscó la perra. Cierto que si no hubiera sido por el empeño de Adán el tal auditorio sería otra cosa, o a lo mejor no sería. Pero creo que bastaba "Auditorio de Tenerife" sin ningún otro añadido. A no ser que fuese en recuerdo de algún gran personaje destacado en el arte de la música.

Que yo sentía un gran afecto personal por Adán Martín es algo que, aparte de vivido, he puesto negro sobre blanco tras su fallecimiento. Por ello, desde mi profunda convicción y respecto del asunto del que me estoy ocupando, debería haberse dejado descansar la memoria de Adán Martín como político que fue con sus luces y sus sombras. Una cosa si es sabida: a Adán Martín no le gustaba la música.

El auditorio es una monumental escultura erigida gracias a profundos estudios de ingeniería que se manifiestan en unos momentos de inercia casi imposibles. Pero no es una "arquitectura ejemplar", que dijese aquel señor arquitecto que estaba a mi izquierda en el citado acto. Al auditorio le falta el alma, la esencia, del arquitecto que habría de haberlo hecho más confortable, más habitable, para los usuarios del mismo: espectadores, músicos, directores de orquesta, etc. Tengo recogidos comentarios de músicos y directores en cuanto a falta de confortabilidad de las dependencias a ellos asignados. Las de sala y vestíbulo las vengo padeciendo desde su inauguración, en tanto que abonado a la OST y al Festival de Música. Por cierto ¿dispone ya de la licencia definitiva de apertura y ocupación?

Decía antes que "ya se me riscó la perra". Hasta ahora siempre me he "acordado" del Sr. Calatrava cada vez que entraba en el recinto, por causa de las incomodidades del mismo y por sus peligros potenciales. Recinto cuyo coste se encareció en más de un 300% respecto de lo presupuestado y de lo que el Sr. Calatrava no dejó de cobrar su parte. Recinto al que don Víctor Pablo Pérez denominaba "templo de la música" en un laudatorio discurso previo al concierto de la OST en el mismo el día 10 de febrero de 2011. Infausto día según mi percepción de las cosas: por obligarme a "acordarme" de Adán, en vez de Calatrava, cuando entré en el Auditorio; por el improcedente laudatorio discurso; y porque ha sido la primera vez que no he otorgado aplauso alguno a nuestra querida OST como consecuencia de la desazón que me produjo su interpretación de la Sinfonía nº 9 de Anton Bruckner. A lo mejor es que me muevo a contracorriente