COMIENZO mi artículo semanal con una referencia al terrorífico seísmo de grado 9 sobre 10, y el consiguiente tsunami (palabra japonesa) que vino a continuación sobre el Japón, y las réplicas que se esperan. Japón es una de las primeras naciones mundiales en cuanto a poder económico y tecnología, con un pueblo disciplinado donde los haya, que está preparado para este tipo de calamidades naturales por estar en una zona propicia para ello, con sus construcciones calculadas para resistir este tipo de actuaciones. Así y todo, con fecha 14 de marzo se habían producido 1.600 muertos, 1.419 heridos, más de 10.000 desaparecidos y 380.000 evacuados. Cuando salga este artículo serán muchos más. Se pone en cuestión no solo su avance tecnológico sino incluso la bondad de la energía nuclear, con alarma nuclear incluida, con fugas en las centrales afectadas, explosiones y altos niveles de radiación. La atómica está considerada como una energía "limpia" y barata, sin contar con el problema de los residuos, tema resuelto a medias. El caso es que se está cuestionando la utilización de este tipo de energía a nivel mundial, paralizándose muchos proyectos y realizando test de seguridad. Realmente, desde hace 50 años solo Chernobil produjo una catástrofe ecológica, con gran número de perjudicados o afectados. Lo ocurrido nos debería hacer reflexionar, para los que piensan que solo el hombre es el actor a considerar y centro de todo, que ante la Naturaleza desbocada no somos nada, y nada podemos hacer.

Paso a otro tema muy distinto, los carnavales en Canarias, en Tenerife y en Santa Cruz en particular. Partiendo de la hipótesis de que la gente tiene derecho a disfrutar, al menos una vez al año, de un periodo de diversión, opino yo que siempre que no se cause demasiadas molestias a los demás: personas mayores, enfermos, niños pequeños, aquellos a quien no les gusta este tipo de festejos… Algo se ha ganado a este respecto al prohibir el uso indiscriminado de los coches engalanados, con los altavoces a todo volumen y el situar el centro de la fiesta en una zona hasta cierto punto alejada del centro de la ciudad. De todas formas, me parece totalmente exagerado, especialmente en un tiempo de crisis como en la que nos encontramos, la barbaridad de actos del carnaval chicharrero de este año: desarrollado entre el 2 y 13 de marzo, comenzó con una Cabalgata anunciadora el 4 de marzo, que atravesó todo el centro de la ciudad, paralizándola. El día 5 y el 6 hubo otras minicabalgatas; el día 7, otra; el 8 de marzo, el Coso Apoteosis, y por último el día 9, el Entierro de la Sardina, con el que teóricamente se acababa el carnaval, coincidiendo con el Miércoles de Ceniza, que en un país con mayoría católica, como hasta ahora es el nuestro, comienza la Cuaresma. He dicho que terminaba teóricamente porque ha habido un nuevo invento, el Carnaval de Día, con el que se ha prolongado al 12 de marzo. Todo ello acompañado de concursos de murgas, rondallas, comparsas, elecciones de reinas… De aquel carnaval callejero del "¿me conoces mascarita?", simpático y económico, con el Parque "Restregativo", y el antiguo mercado, amén de las fiestas en las sociedades, se ha pasado al desmadre actual, que no sé cómo va a acabar.

Antes, la gente era más educada y responsable; existía más respeto. ¡Las calles estaban limpias porque había servicios públicos! Y la Policía respetada. Se tomaban más copas de lo debido, pero sin llegar a los extremos actuales; la droga era prácticamente inexistente, algún macarra y poco más. No había droga del día después, ni tanto preservativo. A los 9 meses del carnaval el número de recién nacidos aumentaba, tampoco había tanto aborto. Lo peor de todo, aparte del gasto que supone tanto fasto, es la paralización de amplias y necesarias zonas de la ciudad, especialmente las avenidas de Anaga y Francisco La Roche, no solo durante muchas horas, sino días, produciéndose grandes atascos circulatorios y falta de aparcamientos, dificultándose el acceso de vehículos de emergencia: sanitarios y bomberos a determinadas zonas, ¡y menos mal que no cogieron por fin la calle Méndez Núñez! Sinceramente, creo que, respetando el deseo de todos, deberían organizarse mejor, sin tantos actos, con un adecuado control policial, y a ser posible, como la Feria de Sevilla y otras fiestas similares, acotar una zona próxima pero fuera de la ciudad para celebrarlos.

Cambiando totalmente de tema, pero relacionado con las fechas en que estamos, el miércoles 9 de marzo comenzó la Cuaresma, según la Iglesia Católica, la que practica la mayoría del pueblo español. Es una época de penitencia y ayuno, comprendiendo 40 días, desde el Miércoles de Ceniza, donde nos la imponen y nos recuerdan que somos polvo y en polvo nos convertiremos, hasta la Semana Santa, en imitación de los 40 días que Jesucristo pasó en el desierto ayunando cuarenta días y cuarenta noches, siendo tentado por el Diablo, según el Evangelio de Mateo 4,1-11. En estas tentaciones a Jesús, se percibe que la vida cristiana está en lucha contínua con el demonio y sus tentaciones, llamando a reconocer el peligro que a causa de nuestra fragilidad representa para nosotros, pero al mismo tiempo nos debe dar confianza y fortaleza porque sabemos cómo lograr la victoria sobre las tentaciones y el pecado. Ahí entramos en la penitencia, fortaleciendo nuestro espíritu, la abstinencia y el ayuno, una forma de conversión interior por la renuncia que supone a las propias apetencias. Es un tiempo, pues, de purificación e iluminación, renovándose el ritmo que seguían los catecúmenos del siglo IV en su iniciación cristiana, hasta la plena identificación con el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo. Es un tiempo en que los cristianos tienen la oportunidad de vivir más intensamente y con mayor entrega el seguimiento de Cristo.

La Iglesia considera la Cuaresma un tiempo litúrgico muy valioso e importante, para que la comunidad eclesial intensifique su camino de purificación en el espíritu, obteniendo con más abundancia del misterio de la Redención la vida nueva en Cristo Señor, debiendo constituir y aprovechar la Cuaresma como una escuela insustituible de fe y vida cristiana, preparándonos para vivir la Pascua y celebrar adecuadamente la Resurrección del Señor, la fiesta más gozosa y solemne de todo el año litúrgico. Sin ella nuestra fe sería en vano. Es un periodo favorable para reconocer nuestra debilidad y acoger con una sincera revisión de vida la gracia renovadora del sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo, y mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna, y la oración encontrar el camino de conversión hacia la Pascua, llevándonos a redescubrir nuestro bautismo y la acogida de la Gracia para que ilumine y guíe todas nuestras acciones futuras. ¡Aprovechemos la ocasión que se nos brinda!