1.- Hoy no tengo ganas de escribir, pero tengo que escribir porque vivo de esto. Esta mañana, después de terminar el programa de radio, me volví a dormir un rato -cada día hago el programa de radio desde la cama, no sé si ustedes lo saben-. Y empecé a soñar. Alguien me había prestado una furgoneta, una rubia, muy ancha, de esas americanas. Al principio comprobé que no podía pasar por determinados sitios, pero ante la posibilidad de no ser capaz de superar calles estrechas y otros obstáculos, me animé a empujarlos. Para mi sorpresa, observé que la rubia se adaptaba a todos los espacios y los sorteaba, por estrechos que fueran. Recorrí un Santa Cruz desierto, trotando con la furgona, sin que nada ni nadie se me pusiera por delante. Incluso pude darme una vuelta por la zona con la que siempre sueño, la plaza de , ligada a mi vida desde 1974 a 2008. Treinta y cuatro años viviendo o trabajando, o las dos cosas a la vez, en aquella plaza tienen que ocupar un lugar en el baúl de los recuerdos. La plaza tenía un parterre central y muchos coches aparcados alrededor de él.

2.- Encuentro alguna explicación al sueño de la furgoneta y su capacidad por transitar por lugares en los que físicamente no cabía. Un amigo me había mandado un correo con las imágenes del "Queen Elizabeth" cruzando el Canal de Panamá. Pasaba tan rente a las paredes de las exclusas que los pasajeros podían tocarlas con sus manos. Es impresionante ver cómo el barco parecía emerger de las aguas cuando abrían las exclusas y se hundía materialmente en ellas cuando las cerraban. Un espectáculo impresionante. Yo sé que un barco y una rubia no tienen nada que ver, pero sí son comunes los espacios. Anoche vi ese video en mi ordenador y se me quedó en la mente aquel enorme barco desafiando el cauce del canal, casi rozando sus límites laterales.

3.- Hoy no tengo ningunas ganas de escribir, así que les aburro a ustedes con mis sueños. En aquella casa de veo un sube y baja de gente y yo me hago con un local comercial que no existe, pero que nunca se termina. Curiosamente, en esa plaza me siento seguro de gente que me persigue. Estoy viendo a personas que sufren y que sufren por mi culpa. Esa plaza está siempre en mis sueños, no la puedo apartar de ellos. Me levanté con esos recuerdos confusos, recorrí los 40 kilómetros que hago todos los días, en coche naturalmente, hasta llegar a mi centro de trabajo y no dejaba de pensar en la furgoneta que superaba todos los espacios, sin ni siquiera rozarlos. Y sigo sin ganas de escribir.