JUAN García Talavera, Eva Navarro, Fernando Fernández, Rafael Becerra, Alfonso Soriano, Juan Martínez Torvisco, Miguel Cabrera Pérez-Camacho y Ángel Llanos, entre otros. ¿Qué tienen en común estas personas además de su pertenencia al PP? Nada menos que haberse enfrentado a Cristina Tavío. Cada cual por un motivo distinto, desde luego, aunque de nuevo con un denominador tan común como inquietante: discrepar de la condescendencia -lo dejo en condescendencia, aunque no es únicamente condescendencia- entre la señora Tavío y CC.

En cualquier caso, los citados pertenecen al pasado de la política local, insular o regional. Al menos de momento. En el futuro ya se verá. La pregunta más interesante en el aire no es si Antonio Alarcó será el siguiente de la lista -de eso caben pocas dudas-, sino si ya ha caído en desgracia ante los ojos de su presidenta insular. Y la respuesta parece afirmativa. ¿Cuál ha sido el pecado de este eminente cirujano tinerfeño?, se preguntarán ustedes. En realidad no ha cometido uno, sino dos. Hablan las malas lenguas de ciertas discrepancias a la hora de formar la lista del Cabildo. La señora Tavío, siempre tan dispuesta a tener contenta y alimentada a su capilla, necesita colocar a determinados acólitos que de otra forma se quedarían sin un sustento público. Eso sí, siempre que CC no consiga la mayoría absoluta en la Corporación y don Ricardo requiera de un pacto con los populares para seguir otros cuatro años como dueño de la Isla. Bien es verdad que también puede pactar con el PSOE de Aurelio Abreu. Algo muy en línea con el posible entendimiento -impuesto desde Madrid- entre nacionalistas y socialistas vernáculos. Lo malo -según la perspectiva desde la que se mire, claro- es que también cabe otro pacto. Verbigracia, el de Antonio Alarcó con Aurelio Abreu. Entendimiento cuya sola insinuación convierte al doctor en reo del otro pecado en boca de esos aludidos maldicientes. Una componenda, por lo demás, que desquicia al señor Melchior. Lo suficiente para que desde sus huestes le hayan pedido explicaciones a la señora Tavío.

A nadie se le escapa que la presidenta insular del PP es una persona muy ocupada. Cuando no está reprobando a un periódico y a su editor desde la Mesa del Parlamento, está justificando la subida de sueldos de los diputados por la sencilla razón de que, pese a ser una medida controvertida, los políticos a veces tienen que adoptar decisiones impopulares. Tareas todas ellas que no le impiden atender los requerimientos de CC, pues para eso está donde está. Su primera jugada disuasoria ha sido llamar a un periodista para quejarse del excesivo protagonismo del doctor. Y como en esta profesión siempre hay alguien dispuesto a ejercer de cañonera, pues adelante río arriba como Conrad en su corazón de las tinieblas: torpedo en la carena de un posible pacto en el Cabildo entre socialistas y populares, si bien un torpedo fallido -los años son los años- a la vista de las últimas manifestaciones de Abreu respecto a un cambio radical en la Corporación tras los comicios de mayo.

Lo más gracioso del asunto sería, empero, que al final le tocase a Alarcó seguir la misma senda del Pibe de Ofra, a quien tanto denostó por obediencia a la Niña. Aunque ya dijo García Ramos que amistades insulares, amistades circulares.