SI ES QUE el problema no es que viajen en primera, porque, si como dice Vidal Quadras, se hacen una media de ciento cincuenta vuelos por temporada, pues casi mejor que al menos les quepan las piernas entre los asientos. El problema, para mí, es que de esos ciento cincuenta vuelos en primera, turista o bajo coste, sobran al menos 148. Con que se reunieran un par de veces al año, la cosa iría más que sobrada. Pero estamos inmersos en el absurdo y somos tan cretinos que, encima, tratamos de explicarlo y justificarlo. Voy de abuelo batallitas: había en la mili un puesto de guardia que se denomina "ascensor"; cuando me tocó pasar allí la noche, pregunté al cabo qué ascensor había que guardar, porque yo no veía nada parecido a semejante artilugio. Ninguno; se quitó hace muchos años, era el que usaba el general jefe. -¿Y cuál usa ahora? -pregunté asombrado. -Ninguno, ese puesto ya no existe.

La guardia fue tranquila: mi alta misión militar consistía aquella noche en vigilar un ascensor que no existía utilizado por el recuerdo remoto de un general jefe. Imagino que el puesto seguirá existiendo por absurdo que parezca. Y en eso estamos.

Aunque en un primer momento pude pensar que el Senado, el nuestro, iba a resultar al memos pintoresco (recuérdese a Cela dormido y/o durmiendo o a mosén Xirinacs eternamente en pie como un eremita humilde y protestón), pronto llegué a la conclusión de que tenemos senadores porque había un edificio al que llamamos Senado y algo habría que hacer con él. Pues lo llenamos de entrada y aunque después de ni se sabe cuántos años no sirve para nada, lo seguimos llenando gracias a una papeleta gigantesca que no hay forma de introducir en el pequeño sobre sepia sin que reviente. Y esa operación cada cuatro años para nada.

Pues el Parlamento europeo igual pero en plan macro: aquello es un disparate de gentío y credenciales, maletas que llegan, fichan y se van para pillar la dieta por asistencia (les pagan un plus por trabajar), enmiendas que se presentan a cambio de dinero y hasta la trampa infantil hasta hace poco de pedir dinero para el billete de primera y luego irse en turista y unos euritos más para la estimada cuenta corriente de su señoría el/la eurodiputado/a. No es de recibo, así no solo no se construye Europa, sino que se logra cabrear a los europeos. Pero es que, además, el Parlamento no deja de ser un decorado, porque lo que se dice en Estrasburgo se escuche como un eco lejano en Bruselas. Y si sigues tirando de la madeja, lo que se dice en Bruselas depende tanto de lo que se diga en París-Berlín (Londres mira siempre más al amigo americano), que casi da lo mismo el resto. No digo yo que los otros dieciocho países no tengan voz ni voto ni influencia, pero estarán conmigo que Sarko y Merkel, esa especie de Ginger y Fred de la política europea, son los que llevan el ritmo y marcan los pasos. El resto bailamos como mejor podemos, sabemos o nos dejan.