TE IBA a mandar un mensaje en la mañana de hoy, simplemente porque me había acordado de ti, pero he descubierto que me has borrado de tu lista de contactos del Facebook. Así que déjame decirte que no voy a llorar por ello, que no eras uno de mis amigos cercanos, es más, ni siquiera te consideraba mi amigo. Tu categoría ha sido la de ese contacto que apenas conoces y que en realidad es un número más de los tantos que se dicen "amigos" en esta plataforma. Así que no hay problema, lo que lamento es que hayas perdido tu valioso tiempo en repasar la extensa lista de conocidos hasta encontrarme, y personalmente considero que tomarse esto tan en serio no debe de ser sano para la salud mental, y que si pretendías hacerme daño te has equivocado. Me siento un poco irritada tan solo, y me pregunto qué he hecho para merecer un acto tan violento, pudiendo casi adivinar la expresión de tu rostro mientras apretabas la tecla de "eliminar". Debió de ser para ti un instante sublime. Es más, casi siento cómo la mala baba que te corroe las entrañas alcanza su cenit, creyendo que todo tu odio o envidia se va a curar con un click, como si fuera tan fácil eliminarme de la faz de la tierra.

El Facebook me gusta porque nos permite reencontrarnos con gente entrañable y facilita, además, el mantener contacto con aquellos seres queridos que viven lejos. Pero si pensamos fríamente en nuestra lista de amigos nos encontramos con que en ella hay muchos desconocidos, gente con la que no mantenemos un contacto regular, personas a las que casi no les ponemos rostro y por tanto no debe afectarnos en el que un buen día decidan, de manera unilateral, sin advertencia previa, poner el punto y final repentino, y con tintes de oficialidad, a una inexistente relación, cosa que no sucede en la vida real, donde por lo general, las amistades se terminan poco a poco, porque se pierde el contacto o se dejan de ver entre sí.

La mayor riqueza que un hombre puede poseer, la más valiosa por encima de todas las cosas, es la amistad. Esta, por lo general, no surge de la noche a la mañana, pues tener un amigo es el resultado de una paciente y respetuosa actitud ante la vida, donde previamente se desarrollan una serie de virtudes personales que hacen del ser humano alguien digno y generoso, capaz de darse a los demás de manera incondicional y, sobre todo, con lealtad a toda prueba. Ser leal presupone ser una persona de palabra, que responde con fidelidad a los compromisos que la amistad lleva consigo; es también ser noble y no criticar, ni murmurar; es no traicionar una confidencia personal y ser veraz. Los verdaderos amigos son aquellos que defienden los intereses y el buen nombre de sus amigos. Pero ser leal también es hablar claro, ser franco y, sobre todo, capaz de corregir de una manera respetuosa a aquel a quién queremos cuando se equivoca, siendo conscientes de que es de humanos equivocarse, pero de sabios saber corregir los errores.

Paulo Coelho escribió una pequeña metáfora que ejemplifica muy bien el valor de la amistad y las recompensas que un hombre puede tener si conserva la fidelidad y la lealtad. La historia dice así: un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados, pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición...).

Así que, querido imbécil, es genial tener una plataforma que nos permita estar en contacto con los amigos, pero con aquellos que realmente lo son, así que yo estaba de más en esa larga lista tuya de contactos. Gracias por hacer un click y poner punto y final a una relación que desde hace mucho tiempo, al menos por mi parte, había finalizado.