En su gran tratado "De la guerra", Clausewitz -militar y estratega prusiano- acuñó una frase que, aunque polémica y sacada de contexto, se ha manifestado cierta con el devenir de los años. "La guerra es la continuación de la política por otros medios".

Durante los últimos años el fútbol español ha ido evolucionando de la lógica y sana competencia y defensa de los propios colores a instrumento (o excusa) de posturas irreconciliables en la mayoría de los casos, y de diferencias políticas que van más allá de la pura competición deportiva en otros.

Teniendo en cuenta que las plantillas están formadas, en su mayoría, por extranjeros sin interés alguno en la política española, la situación actual hay que achacarla fundamentalmente a directivas (sin excluir a algunos jugadores que, una vez contagiados, suelen "salirse del tiesto" con cierta frecuencia) que ven en su club el instrumento ideal para promover sus ideologías y fines políticos.

El resultado de todo ello es que, una vez abducidas por la "idea fuerza" de turno, las masas (los aficionados) se transforman en un poderoso (y violento a veces) instrumento de propaganda y confrontación con el resto de aficiones, trasladando la pura confrontación deportiva al terreno de la reivindicación política. En resumen, convirtiendo a su club deportivo en "algo más que un club".

Esa es la trayectoria que ha venido siguiendo durante estos últimos años el equipo que mejor juega al fútbol no solo de España, sino de Europa. Una pena. Desde que, gracias a presidentes que no se merecía, pasó de ser un club de fútbol a ser "algo más que un club", el Barça se ha convertido en el instrumento ideal del independentismo catalán. La final de la Copa de S.M. el Rey ha vuelto a reafirmar lo que ya sabemos desde hace tiempo.

A la vista de la actitud de ambas aficiones -una aplaudiendo el himno y a S.M. e inundando las gradas de banderas españolas y la otra silbando el himno y haciendo gala de gestos obscenos y banderas independentistas- pareciera que, al igual que la política de nuestro "Gran Timonel", el fútbol está desenterrando a las dos Españas. ¿Se han convertido ambos equipos en el instrumento de la confrontación política Cataluña-resto de España?

Con su reiterada falta de respeto (¿odio?) por los símbolos de la nación, la masa de seguidores catalanes (jaleada por sus políticos) ha puesto de manifiesto, una vez más, que "el Barça es la continuación de la política (independentista) catalana por otros medios". Si el Barça (sus dirigentes y sus seguidores) reniegan de España, la rechazan como su nación y, en general, odian todo lo que huele a español, ¿no sería más lógico y razonable que renunciaran a las competiciones españolas? Si tanto desprecian al rey y lo que representa, ¿no sería más razonable que renunciaran a la competición copera? ¿Se puede estar en misa y repicando? Pero, ¡ah!, la "pela" es la "pela".

Me pregunto cuántos buenos aficionados se han desmarcado del Barça por las veleidades independentistas de sus dirigentes y afición. Sean muchos o pocos, lo cierto es que el Barça arrastra masas por toda España. Acepto que, para algunas mentes, la afición a un deporte pueda ser más fuerte que el rechazo a ciertas actitudes que nada tienen que ver con aquel; allá cada uno con sus prioridades. Posiblemente, a muchos de los seguidores del Barça fuera de Cataluña les importen un bledo su país y sus símbolos. Yo tengo muy claras las mías: primero, mi país, la defensa de su integridad y el respeto a sus símbolos; después, la sana confrontación deportiva.

En aras de la dignidad y convivencia nacional, pediría a los dirigentes y afición del Barça un poco de sentido común y respeto a una de las naciones más antiguas del mundo, a la que deberíamos estar orgullosos de pertenecer (aunque últimamente, un poco menos, gracias a ZP), y al resto de aficionados no catalanes algo más de sentido crítico con situaciones como la que vivimos en Valencia.

Luis G. Torregrosa