ME PREGUNTO a quién le importa lo que va a ocurrir en las elecciones de mayo salvo a los políticos que se postulan en ellas, eso es evidente, y a algunos periodistas que viven -o malviven- de contar sus cuitas. Interesa más un partido entre el Madrid y el Barcelona o, por supuesto, el niño que se puso enfermo y hubo que llevarlo a urgencias a media noche. Los problemas domésticos son muy ajenos, eso que tampoco lo dude nadie, a los afanes de quienes se dedican a la política. Los problemas domésticos y también los laborales o profesionales, por ejemplo. Dificultades cotidianas, eso lo sabemos todos, que no se van a resolver porque tal o cual persona acceda a un cargo en sustitución de quien lo ha ocupado hasta ahora. Como tampoco cambiará nada -¿por qué?, ¿para qué?- si sigue el que estaba en la poltrona. Por eso a mucha gente le trae al fresco -nunca mejor dicho- que Cristina Tavío se haya dado un baño en la playa de Las Teresitas entre procesión y procesión de Semana Santa; una noticia con el mensaje subliminal de que no se ha ido de vacaciones. Ni ella, ni muchos políticos como ella. Esta Semana Santa no porque están cerca las elecciones, pero ya veremos qué sucede el próximo año. O, sin ir más lejos, el próximo verano.

Al final han conseguido los políticos, y los que hablan de ellos en la prensa, radio, televisión e Internet, que la gente se desentienda de ellos. Porque en el fondo, ¿qué más da que no se hayan ido de vacaciones durante estos días, y que no lo hagan tampoco en la siguiente Semana Santa, e incluso, dando un paso al límite, que jamás se tomen unos días de asueto en marzo o abril, si luego van a disfrutar en destinos turísticos -y en hoteles- inalcanzables para la plebe cuyos votos reclaman hoy tan zalameramente? En el Parlamento de Canarias, sin ir más lejos, se reunirán sus señorías apenas esté constituido de nuevo tras los comicios, en un pleno más bien discreto, con el fin de actualizarse los sueldos y dietas para el resto de la legislatura. Hacerlo ahora estaría feo. Y más de lo mismo si nos vamos al Parlamento europeo. La foto de un diputado portugués y comunista -portugués y comunista tenía que ser- cómodamente acomodado en una butaca de primera clase posee entidad suficiente para constituir un escándalo en sí misma. Escándalo porque la UE se enfrenta a otro esfuerzo financiero para rescatar a Portugal y porque un comunista, así lo pienso, debería dar ejemplo del igualitarismo que predica renunciando a unos lujos que no pueden permitirse los trabajadores que le pagan el sueldo con sus impuestos. Si a esto añadimos que fue precisamente ese diputado quien denunció el despilfarro de los europarlamentarios al volar en primera clase, el asunto se torna grotesco.

En definitiva, poco importan el baño teresiano de la Niña, el chasco del señor Melchior con la Junta Electoral, las buenas intenciones de Bermúdez en cuanto a generar empleo o los alardes de Pepe Blanco para convencernos que España nunca ha tenido -ni volverá a tener- un presidente tan extraordinario como el hombre del talante. Si lo pensamos medio minuto, no merece la pena perder la tarde en un mitin oyendo las promesas de Rajoy, la enésima mentira de Zapatero o un alarde de vernaculismo a cargo de Paulino Rivero.