1.- Ha pasado a la vida -vamos a llamarla civil- Juan Guerra Manrique de Lara, fiscal del TSJC y ex fiscal jefe de este órgano judicial. Los jueces y fiscales que creen que su profesión es incompatible con una vida normal, con la integración en la sociedad que comparten y con una mundología superlativa tienen aquí el ejemplo de lo contrario. Juan Guerra no es sólo un jurista excepcional, sino un hombre comprometido con su tierra, un padre de familia fuera de serie y, lo más importante, a mi entender, un hombre nada sectario y una persona normal. Supongo que estarán los suyos contentos con la jubilación porque ahora llega el humanista, el analista imparcial de lo que pasa y también le sobreviene a Juan el descanso activo. Tres ventajas fantásticas para un jubilado de lujo, que es todo lo contrario de un jubileta de chanclas y bolsa de pan. Yo siempre he admirado en Juan Guerra, y lo he seguido muy de cerca, su amor por la justicia y su espléndido sentido de ella. Por razones de lo que veo cada día, soy muy estricto con jueces y fiscales; siempre lo he sido y algún día lo voy a pagar. Pero en el caso de Juan Guerra he admirado su hombría de bien, su sentido del deber y el hecho de no haberlos hecho incompatibles con ejercer de persona normal, dentro y fuera de los foros.

2.- Entre los defectos que le conozco sólo destaco su forofismo por la Unión Deportiva Las Palmas, defecto grave pero disculpable. Juan ha estado muy ligado a compañeros juristas de toda Canarias, que compartieron con él los afanes estudiantiles en La Laguna y los dormitorios de la Milicia Universitaria, entre otros antros. En cada toque de retreta y antes de que sus compañeros se metieran en los catres, desde el fondo del salón se escuchaba la voz potente de Juan, gritando, nadie sabe por qué: "¡Lagunero, bicho malo!". Y a continuación se dormía plácidamente.

3.- No pude saludar a Juan esta Semana Santa; estuvo, como siempre, en Tenerife, pero se me escapó. Quería felicitarlo por el paso a una vida mucho más cómoda, alejada de tipos empapelados y de alegatos jurídicos. No es cómodo acusar y él lo sabe. Siempre lo hizo con elegancia y, lo que es muy importante, con sentido de la justicia. Es un ejemplo para todos los fiscales que en este mundo son, algunos tremendamente impertinentes y tremendamente protagonistas. Un abrazo a su familia en este tránsito a mejor. A mi amiga María Eugenia, secretaria de la Sala del TSJC; y a sus hijos, Juanito, Rafa y José. Ganan un campeón de la vida que ahora, con tiempo, va a enseñarles muchas más cosas. Un abrazo, Juan, don Juan, y suerte en la nueva etapa del dolce far niente.

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