1.- Veinte personas, según los organizadores, y dieciocho, según la Policía Local de La Laguna, asistieron a la charla que ofreció en el Instituto de Estudios Canarios el escritor, cronista de ABC y licenciado en Clásicas . El orador iba a ser presentado por la profesora Olga Álvarez, que se rajó. Ocupó su lugar un docente de La Laguna, que no sé si es Falele o Falete, aunque a mí me parece que Falete es cantaor flamenco, así que debe de ser Falele. Entre los asistentes, la pareja de moda: los ex rectores y esposos JoséCarlosAlberto y MarisaTejedor, despistados seguramente, porque ellos sí sabían que Juancho iba a insultar a amigos suyos. Yo no sé si realmente están despistados, o se hacen. Juancho se despachó. Se metió con el gran poeta ArturoMaccanti, que es académico de la Canaria. Allí estaba el presidente de esa Academia de la Lengua, AntonioLorenzo, que ni se inmutó. Si hubiera tenido lo que debe tener un presidente que escucha cómo se insulta a un compañero (la repetición del verbo es intencionada, no me vayan a inadmitir otra vez), Antonio tenía que haberse mandado a mudar o interpelar seriamente al conferenciante. No lo hizo. Mal, muy mal.

2.- Sobre JuanitoCruz, a quien ha llegado Juancho a llamar -no sin cierta gracia- "el enano de Twin Pick", dijo que el Puerto de la Cruz es una ciudad tan bella que no merecía que un escritorzuelo como Cruz Ruiz hubiera nacido en ella. Frase (que cito aproximada) cruel donde las haya, aún conociendo al personaje aludido, que agüita. Se metió con PepeDámaso, del que opinó que no es pintor ni es nada y al que acusó de haberle cortado el cabezote de bronce a una estatua erigida en honor de un alcalde franquista de Agaete, apellidado Armas, tío carnal del conferenciante. Pepe Dámaso debería tener entonces veinte años y lo hizo víctima de fuerte pedo. "Ya no me mantiene vivo sino el rencor", añadió el dicente, que no hace falta que lo jure.

3.- Para no dejar títere con cabeza, le dio estopa a AlbertoVázquez-Figueroa, un escritor que ha vendido más que Cervantes. Y no Juancho, que no vende casi nada. Las veinte personas (con los matices antedichos) que asistieron al bodrio aplaudieron con poco calor al charlista, pero rehusaron amablemente tomarse una copa con él, tras su pieza oratoria. Aquí terminan mis ecos de suciedad. Y Juancho se fue, con lo que le queda de rabo entre las piernas. Notaallímite: Pero no te preocupes, hombre, mientras hay lengua (castellana) hay hombre. Ay.

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