NO SÉ si después de tanta trola y de tanto engaño, el pueblo de Santa Cruz y los usuarios del recinto procedentes de otros lugares se creerán que, conforme anuncia la dirección del Parque Marítimo César Manrique de la capital tinerfeña, este centro público de baños se propone reabrir sus puertas al público el día primero de junio del actual año.

Aquí, en esta isla, que es parte colonial de España, no solo miente, engaña y no cumple lo que promete el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. En las corporaciones y en el Gobierno de Canarias hay muy destacados troleros capaces de las mayores y menos creíbles historias, que empiezan por no creérselas ellos mismos.

Lo del Parque Marítimo ha sido el colmo. Después de un año entero de cierre de este recinto de ocio, por enredos judiciales inverosímiles basados en causas todavía inexplicables, parecía que el rescate del parque, en poder aún de la firma concesionaria, había solucionado el problema. Es verdad que lo que se recuperó se parecía poco a lo que se entregó. Los robos y los vandálicos destrozos requerían obras costosas, completas y bastante largas en su realización. Los ilusos tropezaron con una realidad que multiplicó considerablemente el plazo de entrega. Pasaron los meses y el parque no abría, y ha sido en estos días cuando la dirección del recinto de baños ha dicho que confía en poder abrir el parque el día 1 del mes que viene, pero ni este periodista ni nadie se lo cree hasta que no vea abiertas las puertas. Y todavía queda la duda de si el recinto está totalmente reconstruido, porque eso es más exacto que restaurado, para ser utilizado con los servicios y las garantías necesarias para poder ser usado por los bañistas.

En todo este tiempo, una ciudad de la importancia turística o, simplemente, social como Santa Cruz, ha permanecido sin poder proporcionar a los santacruceros y los visitantes una playa o un simple espacio abierto al mar donde pudieran bañarse. Las Teresitas, en obras permanentes que no se sabe cuándo finalizarán y, en el largo litoral, solo el acceso desde el Club Náutico, únicamente utilizable para sus señores socios y socias, y ni una playita que llevarse al supuestamente sudoroso cuerpo, como la desaparecida playa de San Antonio, la de Valleseco, y ni siquiera un bajío, como el de la añorada Peñita, donde aprendimos a nadar los que entonces éramos jóvenes o pibes, entre gabarras y algún que otro manchón flotante de grasa. Por fin, tendremos parque, pero, si los responsables de su explotación y administración, y sobre todo de su cuidado, no aprenden de lo increíblemente ocurrido y cuidan el recinto mediante la adopción de normas rígidas y eficaces, mejor es que dejen de jugar a esto rompiendo la baraja. Y a bañarse en la ducha.