COMO siempre hago en estos casos, he esperado unos cuantos días para comprobar si alguien reaccionaba, pero no; silencio mundial, que diría mi amigo Gonzalo García-Pelayo, sevillano y jugador a mucha honra. ¿Se imaginan ustedes que alguien no afín a la causa progre hable de "merienda de negros"? No que lo haga en sentido gastronómico, naturalmente, aunque también podría hacerlo pues los negros, al igual que los blancos, los amarillos y hasta los cobrizos tienen derecho no sólo a merendar sino también a desayunar, almorzar y cenar; al menos en la medida de lo que pueda cada uno, por supuesto, pues en un archipiélago donde crecen a diario las hipotecas ejecutadas y los impagados de todo tipo, difícil me parece que se cumpla lo que me respondió hace tiempo José Hierro cuando le pregunté si la poesía daba para comer. "A algunos les da para comer y para merendar", me respondió, aunque no me especificó a quienes.

No creo, se mire el asunto como se mire, que los negros de África -y cuando hablo de negros siempre pienso en mi amigo Sambá, de Mauritania, que se descojona cuando le digo que en mi país no puedo llamarlo negro sino subsahariano u hombre de color- tengan demasiada extendida la costumbre del ágape a media tarde. Ojalá. Sin embargo, seguramente no utilizó esa acepción alimentaria de "merienda de negros" un tal Javier Doreste, al parecer cabeza de lista al Parlamento de Canarias por la circunscripción de Las Palmas en las filas de un partido llamado, eso leo por ahí, Alternativa ciudadana sí se puede; o algo así. Un partido, en cualquier caso, formado por personas de impoluto lenguaje y alto estatus moral en el mejor sentido de lo políticamente muy correcto. Una patente de corso, o lo que sea, que le permite al señor Doreste decir en un programa de Radio San Borondón, dirigido por otro intachable predicador del pensamiento exquisito como es don César Rodríguez Placeres -demandado y condenado por manifestaciones vejatorias contra el editor de EL DÍA- que "quieren meter gente en los ayuntamientos y en el Parlamento para fastidiarles un poco la merienda de negros que se tienen entre todos montada". Todo ello adobado, era de esperar, con un llamamiento a la importancia de la izquierda, etcétera. Muy en línea, por otra parte, con la a su vez línea habitual del señor Rodríguez Placeres.

Tengo archivado el documento sonoro de la entrevista, e impreso el resumen de su transcripción en la correspondiente página Web de la emisora, por si alguien se acuerda repentinamente de cuantas denuncias ha puesto el gran denunciador por asuntos muchísimo menos racistas que hablar de meriendas de negros y todo desaparece, convenientemente, en un santiamén; dicho sea por emplear la muletilla habitual de uno de los locos que me persiguen. Sea como fuese, una expresión -la de merienda de negros- que me asquea. Bien es verdad que la izquierda -al menos la izquierda cavernícola- tiene por catecismo la ley del embudo: la parte estrecha, para ti; la ancha, para mí. Y si no te gusta, te mandas una papa porque la autoridad moral, y hasta la democrática, la ostento yo que soy el chachi y no tú, que eres el facha, el carca, el casposo, el retrógrado, el franquista, el racista, el xenófobo, el machista, el maltratador, el homófobo, el antiprogresista y, en definitiva, el malo de todas las películas.