ME PARECE bien y aplaudo la idea del Cabildo Insular de Tenerife de poner en marcha un servicio extraordinario de autobuses de dos pisos y azotea descubierta, para ofrecer recorridos por la ciudad a los turistas que llegan a nuestro puerto en los trasatlánticos que frecuentemente están arribando a Tenerife en viajes de recreo. Dice la información, que publica este periódico, que la iniciativa se debe al IASS, de la misma corporación, cuya sopa de letras no puedo descifrar. Sólo puedo saber que el tal IASS tiene a su cargo un programa de "Dinamización de Centros y Asociaciones de Mayores", que fue el que ofreció, al parecer, un viaje de prueba en las nuevas guaguas, que podría ser el inaugural, a un grupo de sesenta personas mayores, viaje en el que ofreció a estos invitados "una panorámica de conjunto de la ciudad de Santa Cruz". El servicio, aclara el Cabildo, está gestionado por City Sightseeing (¿?) y Titsa y se presta en vehículos de doble piso con el superior descubierto. La guagua está pintada de rojo y tiene capacidad para setenta y dos plazas. El itinerario, se informa, supone un recorrido que tarda en efectuarse unos cuarenta y cinco minutos, durante cuyo tiempo a los viajeros se les da a conocer, mediante un sistema de audio-guía, las características más relevantes de la ciudad santacrucera, aunque me figuro que si los invitados son ya mayores pueden saber más de su pueblo que los "cicerones" de "turno". Eso ocurrió, me figuro, en el viaje de prueba, pero como las ya llamadas "guaguas-turísticas" están destinadas a pasear por la ciudad a los que llaman cruceristas, que con los turistas que vienen en viaje de recreo, aquí los organizadores no pinchan en hueso y dan un buen servicio o, por lo menos, un servicio interesante.

La iniciativa no es nueva, porque un servidor, cuando estuvo por primera vez en Buenos Aires, hace unos años, recorrió en autobús del mismo tipo que los de aquí, de los que actualmente hay cinco unidades, las vías del centro y los barrios típicos de la capital argentina, entre ellos el barrio costero de La Boca, con la calle que llaman Caminito, según el famoso tango de Carlos Gardel. En esa vía actuaban pequeños grupos musicales de dos o tres componentes, uno de los cuales tocaba un típico acordeón amañado que los argentinos llaman bandoneón, y, generalmente, una mujer cantaba un tango que me recordaba mi niñez santacrucera, en la que en casi todas las casas había gramófonos de cuerda y espectacular altavoz, que reproducían aquellos tangos de letra romántica que cantaban Gardel, el trío Irusta, Fugazot y Demare, la gran Libertad Lamarque y tantos intérpretes, que eran famosos ya bien entrado el siglo XX y a mediados del mismo.

Ahora nadie canta ni baila tangos en nuestra ciudad, donde las sociedades han dejado de organizar aquel baile que casi nunca faltaba en la vida social santacrucera y al que nos atrevimos, con desigual forturna, los jóvenes de mi tiempo. Un tiempo inolvidable cuando Santa Cruz era distinto, la sociedad estaba más unida y la gente se entendía mejor.

Y a este final nostálgico nos han llevado sin querer las nuevas guaguas turísticas, de las que hay ya cinco en Santa Cruz. Pero siempre es agradable recordar tiempos felices y mejores.