LA CERCANÍA de Canarias a la costa africana, y más concretamente a Marruecos, que ha sufrido, por las causas que sean, la violencia terrorista, siempre nos ha hecho pensar que deberían de tenerse en las Islas los controles más que suficientes para estar alerta a posibles atentados, lo cual significaría un descalabro de diferentes consideraciones en nuestra economía.

En San Bartolomé de Tirajana se ha detenido al súbdito marroquí Imad El Mouahhid, al que se le acusa de proselitismo y de apología al terrorismo islámico, que mantenía vínculos con radicales yihadistas encarcelados en Marruecos y que tenía programadas sus lecciones de escuela del terror entre adeptos que iba captando con vídeos y conferencias, aleccionándolos para futuros combatientes y defensores de la Yihad.

Este tangerino afincado desde hace años en Canarias ha tenido suficiente tiempo para moverse, aunque vigilado, a sus anchas, y seguramente tendría algún que otro enlace en esta o aquella isla con el afán de construir una red que conectara adeptos en el Archipiélago con el peligro potencial que esto pudiera encerrar, el cual ha sido puesto en libertad con cargos.

Nuestra economía es tan frágil y sustentada en un alto porcentaje en el turismo que cualquier movimiento que vaya en su contra crearía de momento no solo estupor, sino que a la vez produciría algún malestar, lo que haría pensar a la gente lo que fenómenos de esta categoría pudieran producir. Por eso es necesario que no se deje en el tiempo las pesquisas y que se intervenga con prontitud para que las interconexiones posibles se rompan, se desconecten y todo vaya en el orden de una seguridad óptima.

La seguridad es tan necesaria como la vida misma. De ella dependen la tranquilidad y la supervivencia de las colectividades, por lo que se hace necesario que esta se afine y aumente su magnitud para que cualquier territorio que pretenda convivir dentro de unos esquemas de seguridad aceptable no se encuentre sometido ni a sobresaltos ni a riesgos innecesarios.

Aunque en Marruecos y en Argelia se ha hecho una labor de control en miles de personas adeptas al terrorismo, a veces hay quien va por libre que se encomienda a Alá y desde su convicción político-religiosa ve en la inmolación el camino que le asciende directamente a los cielos, de ahí que los controles y las experiencias de países que han sufrido ese mal sean necesarios asumirlos para desbridar alguna que otra atadura que circule por el entorno y tener noticias fehacientes de cómo se mueve este fenómeno cerca o dentro del territorio canario.

El terrorismo tiene diferentes facetas, y así lo ha demostrado a lo largo de los siglos, pero no se tenía procesado la variante de la inmolación y verse como bombas incendiarias o explosivas, por lo que el control es mucho más difícil, porque en lo imprevisto anida la amenaza. Desear, pues, que en ese aspecto y en lo que concierne a Canarias todo esté controlado, debidamente controlado.