HACE unos días, viajaba en el tranvía, en una de esas horas en que la gente va apiñada, y coincidí con dos o tres señoras agobiadas y molestas. El motivo no era la incomodidad del apretujón, sino porque estaban terminando las clases de sus hijos. Una tenía un hijo en edad escolar, la otra tenía dos y la tercera no llegué a saber, aunque comentó: "(...) y ahora vacaciones; dos meses con los niños en casa". Dada la velocidad con que llegamos a la siguiente parada, donde se bajaron, no me dio tiempo para más, pero la ansiedad que vi en aquellas señoras me dejó sorprendido.

Con los hijos en las vacaciones de verano se pueden hacer un montón de planes. Todos ellos, entre otras cosas, dependen de que los padres estén de vacaciones, o al menos uno de ellos; y de la edad de los hijos: si alguno es pequeñito, si están en Infantil o en Primaria; en la preadolescencia o en la adolescencia, que es cuando dan más la lata. De todos modos, como los chicos van a estar dos meses de vacaciones, lo ideal sería que un mes o veinte días asistiesen a un campamento, o convivencia, de las que suelen organizar los ayuntamientos, la comunidad, los Boy Scout o algún club cultural y de padres, como el Isora, el Naira o el Ucanca. Todo es cuestión de informarse y ver el programa que más se ajusta a lo que los padres quieren para sus hijos. O con los abuelos, claro que en este caso también depende de su edad, disponibilidad o posibilidades…

La experiencia que tengo en este tipo de actividades es que son muy enriquecedoras para los participantes: es muy importante que los niños o los chicos -utilizo el genérico por razón de agilidad, además creo que se sobreentiende que me refiero a las niñas y a las chicas también- tengan la posibilidad de hacer amigos, que jueguen y se diviertan y que convivan con distinto tipo de chiquitos de los que a diario conviven en el colegio; sobre todo que practiquen deporte, no hace falta que sea de élite, pero que se muevan al aire libre: correr, nadar, remar… Que se alejen de la pantalla del televisor, del ordenador o la consola. Y como en este tipo de actividades tiene que haber un mínimo de disciplina, siempre van a adquirir unos buenos hábitos de convivencia, compañerismo y amistad. Como en general tienen que hacer su cama, limpiar el cuarto o la tienda, cuidar el aseo, esto les hace adquirir una cierta autonomía, que es buena para ir rompiendo el "cordón umbilical" con papá y mamá. Esto es un complemento esencial para su formación personal y su integración social.

Qué duda cabe de que las vacaciones en familia tienen un mayor encanto, pero, a mi modo de ver, una cosa es complementaria de la otra. Claro que es importante descansar -la mamá y la abuela también-, pero descansar no es estar todo el día tumbado o sin hacer nada, dejando todo a la improvisación o a la espontaneidad, porque eso cansa y aburre. Y en vacaciones hay que divertirse y pasarlo bien.

Para ello, pienso que lo fundamental es tener "un horario de vacaciones" algo flexible, tolerante y revisable por todos, para dar cabida a los distintos planes o actividades que vayan surgiendo o se nos vayan ocurriendo, un horario flexible, pero respetado por todos, sobre todo en horas de las comidas, incluido el desayuno, y levantarse si queremos sacarles el máximo a las vacaciones en familia y tener el verano descansado y en paz.

Lo esencial es que los padres dediquen tiempo a los hijos, incluso hagan planes con ellos. Por ejemplo: un par de horas de estudio por la mañana para profundizar en un tema que entusiasme, o repasar si hay asignaturas pendientes; deporte y baño; después de las comidas, tertulia familiar más extensa, ver una película en familia que motive, un debate, lectura, dibujo, pintura o ensayar una pequeña y familiar obra de teatro… Me he limitado a anunciar algunas ideas, que más adelante trataré de desarrollar.

Termino con una frase del añorado psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nájera; es posible que repetida por mí, pero que es clave: "Las vacaciones son para disfrutarlas y no para padecerlas". Que si la tenemos en cuenta volvemos renovados, descansados, entusiasmados y hasta con ganas de trabajar o estudiar.

profesor emérito del CEOFT

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