EMPIEZO por lo primero. El riesgo, en economía, es un factor fundamental. Dada la imponente crisis que acontece, nadie quiere asumir riesgos. A lo segurito, colega. Aceitunita comida, huesito fuera. Ni de coña jugársela para nada. Ni los bancos aceptan el pequeño porcentaje. Deberían colocar el cartel "¡Riesgo no, gracias!".

Pero claro, solo así se crece. Con riesgo. El sistema en este sentido no es sano actualmente. Lo sabemos desde hace décadas, desde hace siglos, pero siempre hemos tendido a despreciarlo cuando lo asume otro. Cuando sale bien, todo va bien, pero cuando sale mal, el descerebrado se funde la estabilidad ante la incomprensión ajena en un camino que ya se ha recorrido e investigado a fondo en demasiadas ocasiones. Estamos enfundados en muchas frases de conocimiento colectivo sobre el riesgo: "Aparta la amistad de la persona que si te ve en el riesgo te abandona" (Félix María de Samaniego); "Solamente los que se arriesgan a llegar demasiado lejos son los que descubren hasta dónde pueden llegar" (Thomas Stearns); "Grandes hechos suelen ser forjados con grandes riesgos" (William Hazlitt); "Solo aquellos que se atreven a dejar mucho pueden lograr mucho" (Robert Kennedy); "Conquistar sin riesgo es triunfar sin gloria" (Pierre Corneille).

Lo cierto es que el cementerio está lleno de valientes. Me detengo como muestra en los odiados intermediarios del negocio frutero a los que cantaban Los Sabandeños: "¿Quién es ese elegantísimo orondo y gran caballero? Ese es un intermediario en el negocio frutero. ¿De quién es ese palacio, orgullo del pueblo entero? Ese es de un intermediario en el negocio frutero. ¿De quién es ese automóvil tan lujoso y tan ligero? ¿De quién es ese vapor, de quién es ese velero? ¿Quién fue el que emprendió viaje a Madrid y al extranjero? Pues ese es un intermediario en el negocio frutero. ¿Quién es ese potentado, quién es ese consejero? Esos son intermediarios en el negocio frutero. ¿Quiere darme cinco duros para comer, caballero? ¿Quién sos tú? Yo soy un pobre del campo agricultor platanero".

Pero eran y son necesarios los intermediarios. Nos hacen falta. Seguramente en aquel tiempo, igual que ahora, tenían que comprar a un precio fijado y después, dependiendo de transporte, frigoríficos, deterioros, inseguridades de demanda, factores climáticos…, poniendo dinero fresquito tenían que vender a crédito a un importe superior que les compensara el riesgo. Seguramente ganaban más cuando se ganaba, pero también perdían más cuando se perdía. En este caso, el riesgo lo asume de entrada el agricultor, que pone semilla, agua, abono y trabajo y ni siquiera sabe si una mala tormenta o unas condiciones adversas chafarán su cosecha. Sobre ellos se superpone una cadena en la que el capital tendría que cumplir con el papel de aceptar el riesgo.

Pero el capital se centra o bien en las empresas o entidades de primer nivel o bien en los países emergentes y subdesarrollados para obtener altos rendimientos. Nadie asume iniciar un negocio arropado, buscando los huecos que ya hay en Canarias. Los que lo hacen tienden a partir sin escolta de capital o son racimos de negocios mayores que se desgajan.

La crisis y la mala gestión califican irremediablemente como excesivas las deudas de la periferia de los centros industriales de Europa. No hay cama pa''tanta gente; quizás la economía tocó fondo en los últimos trimestres de 2010, pero la resaca de fondo tira hacia dentro.

Últimamente nos hemos familiarizado con términos de riesgo país que parecían superados con la integración en un club de ricos con un euro a 1,44 dólares. Se ha abierto una zanja, un boquete, un "bujero"; y lo peor es que corremos el riesgo de que nos hagan un griego. Creo que nunca lo hubiéramos pensado.

No parece haber alternativa por mucho que se empeñen los indignados de la plaza Syntagma en Atenas, la de Neptuno en Madrid o la de Candelaria en Tenerife. O nos apañamos o nos sodomizan con otra nueva oleada de austeridad. La Unión Europea ha otorgado a Grecia un ultimátum en toda regla tras días de maratonianas reuniones en las que se ha involucrado incluso el G-7 y que concluyeron con más amenazas y disensiones que acuerdos. Si Grecia no hace frente a los nuevos recortes exigidos tanto por la UE como por el FMI, no recibirá los 12.000 millones de euros necesarios solo para protegerse en verano.

Si no lo sabe, pregunte qué es un griego.