RESPECTO a mi artículo de la semana pasada, "Las vacaciones y los hijos", don José Miguel González Martín hacía un comentario en el que -entre otras cosas- decía que aquello era viable hace cincuenta años: "No creo que hoy día sea posible para muchas familias. Ese mundo del que usted habla ha desaparecido en la actualidad por desgracia".

Ante todo, quiero agradecerle su amable acotación y decirle que, en cierto modo, coincido con usted, ya que, por desgracia, en la actualidad son muchas las familias desestructuradas, en las que el padre junto con la madre no pueden disfrutar las vacaciones con sus hijos; o tal vez también por la tan cacareada crisis, aunque pienso que esto no es óbice. Si bien disiento, en su tono un tanto pesimista, de que la sociedad a la que me refiero ha desaparecido.

Qué duda cabe de que en los últimos cincuenta o sesenta años la sociedad española ha sufrido una evolución muy por encima de los cambios que se habían producido en los últimos cien años anteriores. De estos cambios unos han resultado buenos y otros no tan buenos, por no decir funestos, como la lacra del paro -que debe ser objetivo prioritario en toda gestión política-, el aborto, las consecuencias del divorcio -tan poco estudiadas en España, ya que los investigadores siempre se tropiezan con un "muro"-, la píldora del día después para chicas de dieciséis años sin permiso de los padres, la violencia doméstica, el sistema educativo...

A pesar de mis años, soy optimista y trato de "mirar" lo que hay de bueno en esta época incierta y cambiante que nos ha tocado vivir, y, como otros muchos, veo que la familia es lo que mejor se mantiene, a pesar de las amenazas de muerte y los ataques virulentos a lo que antes me he referido. La familia, zarandeada injustamente, permanece como el entorno más eficaz y valorado de verdadera convivencia. Me refiero a la familia como un conjunto de personas unidas por lazos de amor, donde se nace, se crece, se aprende a vivir y a morir como persona, y que surge de la unión amorosa entre un hombre y una mujer para siempre y abiertos a la vida. Que nada tiene que ver con lo que se entiende por familia en determinados ambientes y legislaciones de nuestro país, donde encontramos definiciones erróneas del concepto de familia, en los que se confunden el matrimonio y la familia con otras unidades de convivencia de naturaleza y fines distintos.

Como oí, no hace mucho, en una conferencia a la profesora Mª del Carmen Montoro: "A la familia le cabe el privilegio de ser el ámbito natural para amar, abierto a la vida, donde si se hace vida familiar se logra el nivel más elevado de amor, de cohesión y de respeto entre sus miembros; a la vez, es un lugar de encuentro entre las distintas generaciones que permite un intercambio continuo de ayudas entre todos, además de servir de airbag, de amortiguamiento, ante las crisis o adversidades. Por lo tanto, un lugar primario de educación cuando se entiende como proceso gradual de mejora en la responsabilidad de seres libres; la mejor escuela de valores y virtudes personales y sociales, que tiene que servir para formar personas buenas, libres y responsables, capaces de transformar esta sociedad despersonalizada y convulsa en una sociedad más justa, amorosa y humana".

Aun así, algunos se empeñan en anunciar que la familia está en crisis. Habrá familias concretas en crisis, pero eso no nos permite generalizar el problema. Hay muchas familias en crisis, porque sus miembros no han descubierto las posibilidades de la institución familiar, y viven sin hacer vida familiar, de espaldas a la familia. Pero también hay muchas familias unidas que hacen vida familiar, alegres y felices; incluso disfrutan de las vacaciones en familia, más o menos como sugería en mi artículo anterior, aunque cada familia tiene, o debe tener, su estilo familiar propio.

Tal vez no hiciera falta apelar a los razonamientos para justificar el valor y la eficacia de la institución familiar. Puede bastar la sonrisa confiada de un niño pequeño, acordarse de las desgracias sufridas con cariño y deportividad y de los sueños y proyectos compartidos o poner en presente la paz e ilusión de poder decir ¡"mi casa", "mi familia", "los míos"...!, para afirmar de manera incondicional el valor perdurable de hacer vida de familia.

y profesor emérito del CEOFT

fmgszy@terra.es