1.- Esa planta la rescatamos de la extinta Radio Burgado. Unas Navidades la mandó el Ayuntamiento. Creció en un palmo de tierra y en la misma maceta del vivero; nadie le prestaba atención; apagaban las colillas en sus raíces, hasta que me calenté y prohibí fumar en aquellas instalaciones. Estoy hablando de hace diecisiete años. Un día, cuando fue a recoger la correspondencia que nos dejaban todavía en las viejas oficinas, tras haber vendido aquella emisora, mi sobrino encontró la vieja planta en el zaguán del edificio, esperando a que alguien la tirara a la basura. Mostraba un aspecto deplorable, sus hojas se habían secado; había consumido toda la tierra y nadie la regaba desde hacía meses. A le sobrevino la lástima, agarró el vegetal y lo metió en el coche. Y me lo trajo. No me lo podía creer. Aquel ser sabía de mis lágrimas y de mis sonrisas, me había acompañado durante años en el viejo despacho de la plaza de IreneoGonzález, en los días de triunfo y en las jornadas más tristes. Me dio la impresión de que se alegraba de su rescate, pero había perdido la fuerza y el ánimo. No me pregunten por su familia; no sé nada de botánica. Me invadió un tremendo sentimiento de culpa, mandé a comprar una maceta y un saco de turba y la trasplantamos.

2.- Hoy, esa planta vive, lustrosa, en la puerta de la nueva emisora, Radio Ranilla, en el Puerto de la Cruz. Le da el aire y el sol y todo el mundo la respeta. Sigo teniendo la impresión de que es humana. Quiero creer que sufre y ríe con nosotros, como antes; que vive la crisis y todos los momentos de triunfo y de miseria de esta profesión y de esta depauperada actividad. La planta no es de gran hermosura, pero refleja una gran serenidad. Sus hojas, ahora verdísimas, demuestran una presencia de ánimo y un poder de recuperación muy grandes. Esa planta es un ejemplo de amor a la vida.

3.- Yo no estaba acostumbrado a querer a las plantas; al menos de esta forma. Soy un desastre en eso de los sentimientos. Pero debo reconocer que esa vieja amiga de lágrimas verdes me puede. Cada día la veo más hermosa y más alta. Y se lo hago saber a los que pasan por allí y a la gente de la emisora; y, la verdad, no sé si me toman por loco, porque me siguen la corriente, no me contradicen. Ustedes se preguntarán por qué dedico este artículo a una pobre planta, rescatada de la muerte. Puede que me esté poniendo viejo y sensible, puede que hayamos salvado una vida, puede que todo sea una mentecatada que no merezca su atención. Si es así, disculpen ustedes, desocupados lectores.