ESTA SEMANA que termina empezó para nosotros con la tristeza de haber perdido, entre el sábado y el domingo pasados, a dos hombres grandes, que con su trabajo diario y su dedicación a esta tierra contribuyeron a hacer de La Laguna y de las Islas un lugar mejor. Hablo de Mariano Vega y Pepe Cabrera. Dos figuras, cada una en lo suyo, que dejaron su impronta en las Islas y cuya memoria va a ser difícil borrar.

Pepe Cabrera nos dejaba tras dedicar toda su vida al baloncesto, buena parte de ella en esta ciudad que siempre se ha caracterizado por ser cuna y suelo de los mejores equipos de básket.

Este palmero con alma aurinegra entregó su vida y su sabiduría al Canarias, tras haberlo hecho en el Náutico, durante muchos años. Fue entrenador, secretario técnico, gerente y una de las figuras más relevantes en el deporte canario, en el que fue siempre pionero e innovador. Gracias, precisamente, a su visión de futuro y a su amplitud de miras, el equipo lagunero por excelencia tuvo sus mejores fichajes y logró convertir al Canarias en miembro fundador de la ACB, en la década de los ochenta, levantando un equipo mítico al que llevó a la élite y a las más importantes competiciones. El mundo del deporte y todos los que lo querían lo despidieron con el respeto y los honores que merecía.

Mariano Vega, un hombre tranquilo, siempre correcto, de una educación exquisita y un porte reconocible a distancia, nos dejó calladamente, como le gustaba conducirse por la vida. Con él se ha ido una voz única en las Islas y en las letras. Un periodista de raza, de los de la antigua escuela, que siempre ejerció su profesión con rigor, ecuanimidad y mesura.

Mucho se ha hablado de él estos días en los que, en su partida, se ha visto arropado por compañeros de profesión y de vida, por amantes de las letras y admiradores de su obra.

Aunque estudió Filología, el periodismo fue su trabajo durante muchos años y el teatro su gran pasión, aquella que llenaba casi todo su tiempo y su espacio en esta etapa de su existencia.

Los escenarios eran, para él, la vida. Los llenaba con su sola presencia, como pudimos comprobar cuando presentó, con maestría y sobriedad, el acto con el que conmemoramos los 30 años de los ayuntamientos democráticos, en su amado teatro Leal. Aquí se inspiró y presentó también su última obra "Apaga la luz y enciende los sueños", que sin él ya no será lo mismo.

Son los hombres, los habitantes de las ciudades, aquellos que las aman, que las pasean, que las viven y las sienten quienes ayudan a construir su historia y su futuro.

Mariano Vega y Pepe Cabrera, laguneros por convencimiento, por trabajo y por derecho, quedarán ya para siempre en la historia de este municipio que hoy los llora y los echa de menos. Descansen en paz.

La Laguna