YA EN EL AÑO 2003 se cumplieron 450 años de la muerte de Miguel Servet en Ginebra, en la hoguera, haciendo pila con todos los ejemplares de sus obras que se encontraron, salvo tres de la "Restitución del cristianismo". A fuego lento. En 2011 celebramos los 500 años de su nacimiento.

En aquella ciudad suiza se levantó, pasados más de dos siglos -desde 1553- una estatua. Había nacido en Villanueva de Sijena (Huesca), hijo del notario del monasterio, en donde habían sido enterrados los primeros reyes de Aragón. Luego saqueado por los anarquistas. Hoy sede la de la Fundación Francesa de las Monjas de la Asunción, de San Bruno y de Belén (con muchas vocaciones y centro de espiritualidad). No quiso seguir la notaría del padre. Estuvo de paje con fray Juan de Alcalá, confesor de Carlos V, de orientación erasmista. Asistió a la coronación del emperador Carlos V, en Bolonia, por Clemente VII, acto que, realizado con tal boato, "escandalizó" a Servet.

Ya no regresará a España. Estudiará Leyes en Toulouse, Medicina en París, y se relacionará con teólogos, astrónomos, astrólogos, físicos y científicos. En la ciudad de Viena permaneció doce años. Fue perseguido por la Inquisición francesa por edición de libros clandestinos y calificados de heréticos por los grandes reformadores. Residió en Basilea, Estrasburgo y Ginebra. Escuchaba las lecciones de Calvino en su cátedra de San Pedro. Se entendió mejor con Melachton. De la huella reformista de Erasmo, de mayor calado espiritual, no se desprendió nunca. Buscó e investigó sobre las fuentes, y no solo las patrísticas, puesto que dominaba el griego, el latín y el arameo. En la "Restitución del cristianismo" es donde se encuentra, en su Parte III, su teoría sobre la ley, la ley universal, la ley y el Evangelio, la ley natural. En su concepción, hay elementos neoplatónicos y axiológicos, siendo su punto central Jesucristo, que encierra la ley del amor, de la justicia y de la paz, posición cristológica que, después de la II Guerra Mundial, reaparece en el Derecho natural protestante moderno. La Inquisición calvinista le formó proceso -evadido de la Inquisición francesa-. Fue descubierto en una de las calles de Ginebra, a la que había vuelto, acaso ingenuamente, por querer acercarse a Nápoles, territorio ya de la Inquisición española, la cual también le seguía proceso, pero en donde buscaría amparo. En el de la Inquisición calvinista en Ginebra fue por sedición y disturbios, lo que no tenía nada que ver con sus tesis de interpretación trinitarias, o el retraso del bautismo.

No fue decapitado, como él solicitó. Su defensa personal fue una tesis frente a la intolerancia de los reformistas. Un predecesor del Derecho a la Libertad Religiosa y de conciencia. En el calvinismo contemporáneo no se ha reparado suficientemente aquel hecho histórico contra Miguel Servet, a pretexto de su ardor aragonés, o su ingenuidad. En su tiempo fue un precursor de los Derechos Humanos.

Al gran teólogo, sabio jurista y astrólogo aragonés, no le condenó Calvino por la circulación de la sangre, cuestión que Servet analiza en el Tratado dedicado al Espíritu Santo, dentro de su magna obra "Restitución del Cristianismo".

Miguel Servet, en su iniciación erasmista por el confesor de Carlos I, el agustino Juan de Quintana, puso efectivamente en entredicho el pensamiento de sus contemporáneos Lutero, Melachton y, sobre todo, de Calvino, a quien dedicó "Treinta Cartas", editadas clandestinamente, discutiendo, especialmente, el dogma de la Santísima Trinidad. Escapado Servet de la Inquisición francesa, pasó a Ginebra, posiblemente para refugiarse en Italia, en donde, como jurisdicción de la Inquisición aragonesa -más benigna- pensaba protegerse de las inquisiciones europeas "fans" de un Calvino, cuya desviación política de Lutero había detectado Servet. Su proceso inquisitorio, hoy ya conocido, es un testimonio de fidelidad a Jesucristo y a la Iglesia, y una muestra de la intolerancia doctrina y política de los calvinistas. Nadie le achacó haber descubierto la circulación de la sangre. Lo quemaron vivo con todos los ejemplares de sus obras, a fuego lento, mojando la leña y todos sus libros. Fue un mártir de la fe.

Era una oportunidad para que Aragón, con la plataforma internacional que el tema y la personalidad lo requería, pudiera de una vez, reivindicar para la Historia, la figura señera de Servet en la España del siglo XVI, dentro de Europa. Y no solo en sus aspectos médico-científicos, sino sobre todo por su saber histórico filosófico-teológico, y jurídico, como tuve ocasión de exponer en el año 1998, con motivo de mi discurso de ingreso ("Miguel Servet en el Derecho Natural Cristiano de la Reforma") en la Academia Aragonesa de Jurisprudencia y Legislación, en presencia de la entonces ministra de Justicia, Margarita Mariscal de Gante, y el pleno de las autoridades autonómicas, provinciales y locales, y los juristas aragoneses.

Estuvo Miguel Servet a la altura de los componentes de la Escuela Española de nuestro siglo de Oro. Cercano al confesor de Carlos I de España, propició la reunión con Erasmo en Valladolid, lo que hubiera supuesto, seguramente, una aproximación recíproca a Lutero, lo que, él personalmente, con tenacidad aragonesa, intentó también con Melachton, aunque se estrellara con Calvino, con sus famosas 30 cartas, que luego sirvieron, con las propias obras incautadas, como leña para la hoguera lenta, entre sus invocaciones a Jesucristo. Luego, el "silencio", explicable más allá de las fronteras, porque nadie como Servet, en Europa, se había atrevido a descubrir las desviaciones y la utilización política por Calvino, del hecho religioso cristiano. Aquel Servet sin fronteras, en Europa, se le cerraron en España, entregada a combatir el hecho religioso protestante, sin llegar a disponer de los textos de Miguel Servet.

Si estas ideas, reiteradas por mí, en diferentes foros, y que espero seguir redescubriendo fuera de mi tierra, sirven para reforzar la oportunidad e insistencia de la celebración de los actos del 500 aniversario del nacimiento de Servet, me alegrarían. Por nuestro gran sabio del XVI, por Aragón y por España. (Quizá no terminamos de aprender lo que sobre Servet se haría en otros lugares de España).