ALGUNA vez hemos escrito aquí mismo sobre las responsabilidades que deben aplicarse a aquellos políticos que tienen la obligación de proteger los intereses del ciudadano de a pie que deposita en ellos la poca convicción que le queda en todo lo que le rodea y, a cambio, recibe una continua intranquilidad al comprobar cómo se van deteriorando sus derechos fundamentales terminando en una pila de abusos oficiales. El abandono de la sensatez conduce a un gobernante a situaciones que nadie espera pero que, sin remedio, asfixian al común que comprueba, estupefacto, el desarrollo de los acontecimientos sin que se vislumbre ninguna solución. El presidente Zapatero ha cometido muchos errores. Sus respectivos gobiernos, también. La España constitucional ha quedado rota por mor de la búsqueda desesperada de los votos que lo afianzaran en La Moncloa. El resultado ha sido catastrófico. Comenzando por Cataluña, donde el nacionalismo radical ha terminado con el flujo migratorio procedente de toda España que convirtió a aquella comunidad en la más próspera y en la única con categoría europea, degradándola hoy a uno de los territorios más empobrecidos gracias a las formidables gestiones de gente como Maragall o Montilla. El ilustre político leonés tenía su recorrido trazado y en él sólo cabía la idea de la III República con ese síndrome de añoranzas del pasado que siempre lo ha acompañado. ¿Cómo está el país? ¿Tiene él algún compromiso ético, además del político, con la sociedad? Quienes entienden de leyes poseen la respuesta. Y a lo mejor habrá que buscarla en Islandia, país que ha enjuiciado al presidente de uno de sus tres importantes bancos como culpable de la terrible situación económica que se vive por allí, además de iniciar una seria investigación a diversos cargos políticos. De lo sucedido en el País Vasco, única y preocupadamente recordar lo que todos sabemos por fallo del Tribunal Constitucional y que casi nadie ha entendido, excepción hecha de los más cercanos a los socialistas-obreros. Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía son claros exponentes de una política engullida por el despilfarro incontrolado.

Con todo, no es sólo este panorama el que define negativamente a un país. Zapatero (igual que Rajoy) ha reaccionado tarde y mal… porque le tiraron de las orejas desde Europa y su inmovilidad contribuyó, de manera decisiva, al mayor de los dramas por los que ahora mismo atraviesa España: el paro juvenil. Más de un millón y medio de jóvenes españoles no tienen trabajo ni ninguna esperanza de encontrarlo. El dato más significativo es el que saca a la luz que son los universitarios, junto a los de formación profesional, los que componen este horrible mercado laboral. Un número importante de ellos trabajaban en la construcción (hoy no tienen plazas escolares), edificando inmuebles para que los bancos, después, ofrecieran hipotecas-basura a todo aquel que entrara por el establecimiento y cayera en manos de los/las trepas (aquí en Canarias suelen ser godos) y dar forma a la burbuja inmobiliaria que tantas desgracias y desahucios provocan por todo el territorio. Y lo inexplicable del caso es que nadie tiene la culpa. Ni Zapatero ni los bancos ni los solicitantes de préstamos hipotecarios de risa ni los que engañaron desde detrás de sus mesas a los incautos clientes ni Europa ni Estados Unidos… ¿Soluciones?: los que menos tienen que paguen más. Los que más tienen… ni tocarlos. Y eso que vivimos bajo la ineficacia total de un gobierno que se define socialista y obrero. Un presidente de uno de los mayores bancos españoles declaraba, el otro día, que sería una "ilegalidad" subir los impuestos a estas instituciones. Y Zapatero calla. Y la Agencia Tributaria trata, exquisitamente, a Emilio Botín, después de haberse descubierto miles de millones de euros en sus cuentas suizas. A nosotros, una vez, nos enviaron una carta de apremio porque quien nos hacía la declaración se había equivocado en… ¡mil pesetas!

La generación perdida también ha llegado a Canarias y la incidencia del paro entre los menores de 25 años llega al 52%. En el primer trimestre de 2010 había 53.000 trabajadores con al menos dos años sin trabajar. Hoy en día, la cifra llega a los 76.000. Los universitarios con títulos superiores están abandonando el Archipiélago, encontrando en Europa, África y Estados Unidos un puesto digno. Los parches de Zapatero han situado a nuestra tierra en un retorno a la emigración de una generación perdida.