ENVUELTOS en una situación de extremada turbulencia en la economía global, con cantos continuos de sirena avisando del riesgo de petardazo o de caída de fichas de dominó en Europa, y entre noticias mundiales que rayan lo inclasificable o esperpéntico, como que el hombre más rico de China, un tal Liang Wengen, con un equivalente de unos 7.500 millones de euros, entrará en 2012 en el Comité Central del Partido Comunista (PCCh), se ha dado el pistoletazo de salida a unas elecciones generalísimas convocadas en el Estado español para el 20 de noviembre.

No podemos todavía hablar formalmente de pasado, aunque en la realidad, y con la disolución del legislativo, de las Cámaras o de las Cortes, sí. Ya, de hecho, muchos analistas construyen balances del periodo y de la personalidad dominante. Dicen que al final será la historia la que juzgue la figura de José Luis Rodríguez Zapatero y que, en otro caso, el del duque Adolfo Suárez González, que salió con su gobierno en una situación de descalabro político y económico que algunos comparan, fue ella la que rescató su imponente papel en el asentamiento de la democracia.

Puede ser, pero hay tres premisas para la valoración del finiquitado mandato gubernamental personificado en su líder caído que considero inamovibles: 1.- Ganó en 2004 su mayoría inicial entre una bronca impresionante por el atentado del 11M, achacado con saña a la participación de España en la guerra de Irak y entre acusaciones brutales sacadas de quicio, por ejemplo, con gestos como el de no levantarse ante la bandera americana. Machacando la herencia recibida, no puede pedir ahora clemencia a los que ya se ven en el poder. ¡Venganza! 2.- Gobernó doctrinalmente, "diciendo que sí" y entendiéndolos a todos, menos a Canarias. Con una actitud bastante lolailo en las cuestiones para soltar la pasta, infravaloró el peligro de nubarrones que presentaba la crisis antes del destape integral acaecido en 2008 tras la quiebra de Lehman Brothers y perdió un tiempo crucial antes y después asegurando desaceleraciones aceleradas o potencias elevadas al cubo cuando ya estaba encima el temporal que nos dejaría a la deriva. No fue, por supuesto, el culpable de la crisis. Tampoco la cifra de endeudamiento que lega es catastrófica, aunque a mi modo de ver se le puede achacar una grave falta de reflejos que resultó muy dañina para las cuentas públicas y privadas. 3.- Para mí, eso sí, en este último periodo me quito el sombrero y, sea por lo que sea, el insigne socialista le ha puesto al asunto valentía, arrestos y coraje. Entendiendo incluso a las Islas, aunque de manera más voluntarista que práctica y evitando con pragmatismo, trabajo y disciplina quizás el descalabro de la economía del Estado.

Varios errores de bulto con un viraje, es probable que inducido, o de "visto lo visto y de perdidos al río", inteligente y brusco, sacrificado y decidido, para un dirigente llamativo que con todos los respetos daría mucho juego en la hipotética película que se puede estar fraguando y que sería un éxito asegurado con el actor británico Rowan Atkinson, mundialmente famoso por su interpretación del patético Mr. Bean.

Un excéntrico señor en el que, si no fuera por el parecido físico, también podría encajar Mariano Rajoy. El personaje de la serie cómica es como un niño atrapado en el cuerpo de un adulto. Hace gala de un cinismo y un humor elegante, puramente inglés, además de ser agradable, divertido, ingenuo y malvado alguna vez. No muy avispado, representa los momentos tontos que cualquier persona puede vivir en su vida diaria. Esos donde la Ley de Murphy prevalece. Vive en un pequeño apartamento al norte de Londres, con su osito de peluche Teddy y tiene un Austin Mini color amarillo verdoso y negro con candados en las puertas. Habla muy pocas veces y cuando lo hace es siempre con pocas palabras y voz grave. Su novia Irma, a pesar de su banalidad, lo adora y lo odia a la vez.

Aprovechando que Rowan se encuentra en Madrid presentando la segunda parte de "Johnny English" -el desternillante agente "Johnny Johnny apaga la vela", del servicio secreto británico llamado M17, tipo Torrente mezclado con Charles Chaplin-, se le ha preguntado si estaría dispuesto a encarnar "en clave de humor" al que ha sido el quinto o al que será el sexto presidente tras la Transición.