Lo destacan como anécdota Stephen Hawking y Leonard Mlodinow al comienzo de un artículo de divulgación científica que en nada tiene que ver con la política municipal: hace algunos años, el ayuntamiento de la ciudad italiana de Monza prohibió a los vecinos tener peces en peceras curvas. Consideraron los munícipes que eso es una crueldad para los animalitos, pues tales peceras les proporcionan una visión distorsionada de la realidad. Esta gilipollez ilustra, como digo, el inicio de un texto titulado "La escurridiza teoría del todo"; un intento por conciliar la teoría general de la relatividad -de la que tanto se habla estos días, la mayoría de las veces sin que los que hablan tengan ni puta idea de lo que están diciendo- y la mecánica cuántica precisamente en eso: en una teoría global.

Lo primero que se preguntan Hawking y Mlodinow es si no sólo los peces de Monza, sino todos nosotros hemos estado observando desde siempre el Universo a través de un cristal -una lente cósmica, para que no se aspavienten los puristas- que distorsiona la realidad tanto o más que las peceras curvas. Un tema apasionante, al menos para algunos, que dejo a un lado porque no está el patio para hablar ni de física, ni de matemáticas, biología, historia, literatura, ingeniería o psicología. No me atrevo a divagar sobre ninguna disciplina académica, pues pretendo que este artículo lo lea al menos algún político y los políticos son esencialmente, salvando honrosas excepciones contables con los dedos de ambas manos y aun sobran dígitos, charlatanes ignorantes de los que uno no se puede fiar porque siempre lo engañan, inclusive cuando no tienen necesidad de hacerlo. En eso se parecen al escorpión de la fábula al clavarle el agujón a la rana: está en su naturaleza. Políticos, para más desgracia de quienes los sufragamos con nuestros impuestos -los que debemos liquidar cuentas con el Fisco cada tres meses sabemos cabalmente cuánto chupan tantos chupópteros- que se empeñan en ver la realidad distorsionada con o sin pecera redonda.

Es el caso de un tal Ramón Miranda Adán, ex alcalde de Garachico y ex presidente de la Federación Canaria de Municipios, que ayer rubricó la primera parte de un artículo en este periódico sobre la imperiosa necesidad de que no se toque ni un solo municipio aunque admite, algo es algo, que se redimensione la Administración. Ignoro si al señor Miranda Adán se le olvidó mencionar, o simplemente no consideró oportuno incluirlo en el guión, el hecho de que un alcalde de su propio partido -Coalición Canaria- le ha costado durante el mes de julio 14.000 euros a las arcas de Arona en concepto de sueldo, paga extra y compensación por lucro cesante. Esos son los grandes motivos de los políticos, y no las documentadas referencias del ex edil Ramón Miranda a la Constitución española, para que no desaparezca ni un solo ayuntamiento; para que no se pierda ni un solo chollo. Con todos mis respetos, señor Miranda, váyase usted por ahí. O si lo prefiere en plan ranillero y a mucha honra, "vete por ahí", que siempre suena más vernáculo. Sigan chupando mientras la gente siga teniendo paciencia, qué se le va a hacer, pero no nos vendan más motos sin ruedas, que las buenas ya se las quedan ustedes.