"SEGUIREMOS trabajando para alcanzar el primer objetivo irrenunciable de nuestra identidad y misión: ¡acabar con la pobreza y el hambre en el mundo!". Con estas palabras valientes, ya con la grabadora apagada, y esa sencillez y naturalidad que la caracteriza, doña Gracia Zárate, de Manos Unidas, se despedía de mí a mediados del mes pasado, después de una charla que mantuvimos, mientras saboreábamos un exquisito café, y que he relatado en mi artículo anterior. Estas palabras me conmovieron. Y, mientras caminaba por la calle Pérez Galdós, me vino a la mente que la mayoría del voluntariado de esta asociación de la Iglesia Católica eran mujeres. Recordé que el beato Juan Pablo II, en la carta apostólica "Mulieres Dignitatem" y otros documentos posteriores, hablaba del "genio femenino": entonces caí en la cuenta de que, con la ayuda de Dios, es posible que algún día lo logren.

Ahora, en la actual campaña, la Delegación de Manos Unidas en Tenerife, a través de los distintos grupos citados la semana pasada, este año financia dieciséis proyectos para diversos países de Asia, África y América. Por ejemplo, el grupo de Santa Cruz centro financia en Guayabito (Panamá) el proyecto "Promoción de la agricultura sostenible y microempresa", del que se beneficiarán 390 personas: se trata de impulsar su propio desarrollo con tecnologías agrícolas adecuadas, dotación de semillas, herramientas y fertilizantes, así como promover la reforestación para proteger las fuentes hídricas.

Me comentaba doña Gracia: "Nuestra labor de cooperación y desarrollo es en el exterior, en los países de mayores índices de pobreza y falta de cultura. En nuestro país, esta acción social la realiza Cáritas. Me suelen preguntar, ¿qué hace Manos Unidas con los que llegan en los cayucos? A lo que les contesto: la Iglesia se los tiene encomendados a Cáritas. Nosotros trabajamos en países pobres para que la gente no se vea forzada a emigrar, a abandonar su país de origen, su familia, su cultura...

A nivel nacional, el máximo órgano de gobierno es la Asamblea General de Delegadas. También cuenta con una comisión permanente y un equipo directivo nacional; 71 delegaciones, más de 4.500 voluntarios, en su mayoría mujeres, y 86.701 socios y colaboradores que mantienen viva la organización. Su "modus operandi" consiste no tanto en desarrollar proyectos propios como en financiar aquellos que ofrecen garantías de desarrollo y continuidad en el tiempo, en áreas como la agricultura, o proyectos de carácter social, cultural y educativo, sanitario y, además, de promoción de la mujer.

Tal como anunció Myriam García Abrisqueta, presidenta nacional de Manos Unidas, en la presentación de la Campaña 2011, que tiene como lema "Su mañana es hoy" y entre sus objetivos -también imposible resumirlos todos- "una campaña basada en el cuarto de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, cuya pretensión es reducir la mortalidad infantil y, en concreto, reducir en dos tercios, entre 1990 y 2015, la tasa de mortalidad de niños menores de cinco años". Un empeño que aborda un tema tremendamente doloroso: la muerte de niños pequeños, de los seres más inocentes e indefensos de la sociedad, de aquellos que, por su vulnerabilidad, tendrían que ser protegidos y cuidados por las leyes nacionales e internacionales. "Y a la vez -continúa la presidenta-, seguiremos reclamando a nuestros poderes públicos y a otras instituciones que adopten políticas de cooperación coherentes con la defensa de la vida, desde la concepción hasta su final natural, el derecho a una maternidad sana y saludable, y la dignidad de los niños".

Nadie ha puesto en duda a Manos Unidas como digna merecedora del premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2010. Un galardón, considerado el Nobel de la solidaridad en lengua castellana, que supone el reconocimiento a la labor de personas o instituciones en favor de una sociedad más justa y solidaria. Aunque no es la primera vez que una institución católica logra este premio. Con anterioridad, en 1994, recayó en Mensajeros de la Paz y en 1999 en Cáritas Española. Pienso que no hay muchas instituciones con presencia internacional, que llevando el Evangelio en la mano, como los misioneros -sin dejar de ser Iglesia-, sepan penetrar en las entrañas de la sociedad doliente, por amor a Dios y a los hombres.

Termino con las palabras del Príncipe de Asturias en el acto de entrega del premio a la Concordia 2010: "¡Que nunca nos falten vuestras manos unidas!".

y profesor emérito del CEOFT

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