Mucha gente da por bueno en este Estado de partidos que si hay cosas que no te gustan la manera más civilizada de mostrar y canalizar tu protesta es votando. "Vota nulo si no estás de acuerdo", "o a un partido minoritario". Estoy harto de oírlo, ¿ustedes no? Nadie pone en duda ni cuestiona la validez de las urnas, no ya como instrumento válido para elegir -que tampoco-, sino como instrumento útil para protestar. Son sagradas. ¿Quieres quejarte?, vota. ¿Quieres elegir?, vota. ¿Quieres acabar con la corrupción?, vota también. Hay que tener fe en que solo ellas nos lo arreglarán, que nos traerán la democracia.

Todo se solucionará votando; cualquiera lo puede ver. Basta con echar una ojeada a la situación en la que estamos. Es grave, lo sabemos, pero debemos estar tranquilos, pues siempre tendremos una urna a la que acudir, y así otros nos cogerán las lapas sin que tengamos que mojar nuestro culo, ¿o no? Nadie cuestiona que el único instrumento que pone el Régimen a nuestra disposición cada cuatro años pueda estar trucado... o peor: ser falso.

La partitocracia entera ha resultado ser una auténtica estafa, pero su objeto totémico, la sagrada urna, no tiene por qué serlo. Ningún votante protesta o alternativo quiere aceptar que el sistema electoral, con sus urnas, está diseñado única y exclusivamente para perpetuar siempre a los mismos en el poder. No hay escapatoria: votes lo que votes, cualquier fuerza discordante será neutralizada por los múltiples subterfugios y trapisondas que garantizan el bipartidismo. Todo está concebido para eso, para que el voto protesta sea un simple placebo.

Las urnas sirven para la democracia. Eso sí, tendremos que colocarlas en lugares donde las condiciones sean idóneas para poder elegir, echar o simplemente protestar; lugares donde la ley electoral beba de la fuente de la libertad. Si las colocamos en otro lado, no sirven absolutamente para nada. Sería un engaño, un fraude. Pues bien, afirmo que si votamos en las condiciones que hoy tenemos, estaremos haciendo lo mismo que hace cualquiera que se va al Sahara a pescar: el panoli. Representar una farsa mediante la cual, si no despertamos, nunca se llegará a la democracia. La abstención no es el fin, al contrario, debe ser solo el primer paso para bajar a la charca y conquistar lo que los partidos tienen secuestrado para su exclusivo disfrute desde la Transición: la libertad política colectiva.

Isidro Fuentes García

(La Orotava)

Noche amarga en La Laguna

El viernes 28 de octubre, un grupo de seis amigos nos dispusimos a entrar a dos bares de la zona del "Cuadrilátero", en La Laguna, uno llamado Mona Lisa y otro Gallery, ambos del mismo dueño. Entramos cinco de los seis. ¿La diferencia entre los cinco que entramos y el que se quedó fuera? El color de piel. Hablamos con el "seguritas" -que seguridad transmitía más bien poca- y primero nos dijo que no lo había dejado pasar por su edad. Todos tenemos 20 años, es más, alguno de los que entraron ni 20. Luego, que no lo dejaba pasar por su ropa, cuando justo en ese momento salía un chico con sus mismas zapatillas. ¿La excusa?: es cliente habitual. Le dijimos que eso no se podía hacer, y menos cuando no tienes en la puerta un escrito diciendo que te reservas el derecho de admisión. Y mientras el dueño se reía, nosotros nos quedábamos más asombrados por lo que estábamos pasando, en pleno siglo XXI. Les dijimos que si era racismo, y nos contestaron, muy orgullosos, tanto el dueño como el "seguritas", que no, que eso es imposible, que en su local entraba todo tipo de gente, menos, palabras textuales, "moros marroquíes, porque roban", para proteger a su clientela, claro.

Así que, lo mejor, ir a la Policía. Les comentamos nuestra situación y nos acompañaron al bar. Además, les comentamos que no era la primera vez que le pasaba a este chico. Por lo tanto, pedimos la hoja de reclamación del establecimiento. Y yo me pregunto: ¿es posible que nadie diga nada? ¿Que nadie actúe? ¿Que sabiendo que esto pasa, y no solo a nosotros, se siga llenando el bar?

Alesia Peraza Cruz

(Santa Úrsula)