LOS DOS LÍDERES, el del PP y el del PSOE, se han encontrado en diferentes escenarios políticos; Rajoy, con su alegato en "contra de"; y Rubalcaba, con el suyo "a favor de". El que observa y no pertenece a esta tramoya debe de andar perplejo, porque, a pesar de esforzarse en entender qué es lo que pretenden para un país que está esquilmado, se le hace difícil, ya que es como si este fuera el pretexto que tienen para ejercitar su política personalísima, puesto que mientras el país ha seguido su ruta bamboleante ellos han continuado con sus conciliábulos, sus agradecimientos hacia los suyos para que los enaltezcan ahora y siempre, y así, una vez solicitado su apoyo, constituirse en los líderes plenos de no se sabe qué. Y es que si la situación es la que es no será la culpa del jubilado, del funcionario, del pequeño empresario, sino de aquellos que, estando instalados en la especulación y favorecidos por ambos, han contribuido a que el "statu quo" sea el que es.

Pues bien, ahora se han encontrado en una tercera fase donde se proclaman, una vez más, lo mismo; o sea, unos redentores o salvapatrias que intentan convencernos no de lo malos que han sido, sino de lo bueno que van a ser a partir de ahora. Y hay que creérselo, o al menos ellos se creen que va a ser así; de ahí los mítines, su presencia en las redes sociales y en las entrevistas a las que se someten y nos cautivan con su engolamiento, su verbo cálido y una prosopopeya retorcida. Y como es la repetición, la reiteración, lo que domina en sus discursos, el del debate del pasado lunes ya fue el colmo de la simplicidad y del escasismo. Es como si trataran al personal como colegiales y pretendieran que se les ignore su andadura ya para largos años por la política y todos sus quehaceres, que han dado como resultado entre la suma de uno y el concurso del otro este desaguisado que ahora pretenden recomponer y buscar solución.

Los encuentros en la tercera fase son los más productivos por su significado escuálido y renqueante. En esta fase ya nos llegan los protagonistas y nos largan que todo está encarrilado, que habrá tramos en el camino de complicada resolución, pero teniendo alrededor a los sabios adecuados y asesores también sapientísimos la cuestión está perfectamente atada y definida.

Se nos dirá lo de siempre, y así fue en eso que llaman debate y que han puesto uno y otro en los mínimos de la dialéctica y discurso político, lo que hace que el cansancio continúe y se apodere de la mayoría, que, metida en la inercia de la consulta electoral del día 20, andará mediatizada y con la mente en blanco dispuesta a esperar el mensaje de la nada, el vacío lleno de verdades a medias, de programas copiados, o que no se sabe el candidato; o de fárragos que ensombrecen lo que queda por delante y que la dificultad es tanta que con lo que se ve la esperanza como que se diluye si uno se atreve a mirar las cosas de frente.

Habrá que esperar, sin embargo, algún atisbo de entendimiento de las cuestiones que circulan por ahí, que, atascadas, se encuentran y que están a la espera de esos nuevos encuentros en una fase diferente donde nos cuenten algo distinto, que no nos vengan con la cantinela de todos los días, y que se metan en la cabeza que los ciudadanos han adquirido la madurez suficiente para no tragarse ruedas de molino, que saben perfectamente dónde están la trampa y el cartón. Como saben también que el acolitismo, el adulamiento, es la efervescencia que da calor a la pretensión que se tiene del mando, pero con esa efervescencia, con ese calor que es puramente visceral, poco o nada se conseguirá.

Desde el mayestatismo, desde el engolamiento, de la ironía, de la perplejidad o del desconocimiento poco se conseguirá, desde la ubicación perfecta en una situación imperfecta es desde donde se podrá lograr algunos de los objetivos que unos y otros pretenden. Si no fuera así, pues como hasta ahora: a verlas venir y escapar como cada uno pueda.