Me contaba un amigo policía -dicen los gitanos que quien tiene un amigo policía o picoleto es como quien tiene un duro falso, pero eso lo dicen los gitanos, que son un pueblo sabio, no yo- algo curioso que le ocurrió a un compañero durante el interrogatorio de un chorizo. El laja, muy contestón, insultaba al inspector a diestro y siniestro. Lo más suave que le espetaba era hijo de su madre -una cursilería como otra cualquiera para no escribir hijo de puta- y lo menos suave se lo estarán imaginando ustedes. De cabrón no bajaba. El inspector, refractario a tan injuriosa verborrea, seguía con sus preguntas como si nada de aquello fuese con él. Hasta que el ratero lo llamó "gordo asqueroso". En ese momento se levantó de la silla, se abalanzó sobre la mesa y le encajó una trompada en plena boca. Sus compañeros lo sujetaron de inmediato mientras se llevaban al laja para que le curaran la sangrante nariz. "¿Pero estás loco?", le dijeron. "Ahora te denunciará y encima te lo mereces. Además, ¿qué importa que te llamara gordo con todo lo que ya te había dicho?". "Es que gordo sí que lo soy", respondió el policía muy puesto en razón.

Moraleja que no moralina: al margen de lo que proclamase en su día Séneca -a quien no importaba que otros le expresasen sus defectos porque ya los conocía él mismo- los insultos y las críticas más incisivas son las sustentadas en algo que es cierto. Sin duda por eso andan tan soliviantados en CC a cuenta de algunas vallas electorales del PP. Publicidad que, al margen de su oportunidad o inconveniencia, posee la virtud -o el defecto- de zaherir a la señora Oramas con la misma y pérfida contundencia del laja del cuento al mofarse de la obesidad del policía. ¿No es verdad que por culpa de Ana Oramas y de José Luis Perestelo, entonces compañero suyo en el Congreso de los Diputados, Zapatero continúa siendo presidente del Gobierno de España a día de hoy? Estas cosas nunca se saben, pero a lo mejor otro gallo, que no otra quícara, nos hubiese cantado a estas alturas si este país tuviese desde hace más de un año otro gobierno con menos talante pero más eficacia. Por el bien de Canarias, no se han cansado de decir la señora Oramas y sus compañeros de correrías para justificar este apoyo. Por el bien de Coalición Canaria y por imperativo del señor Rivero, porque sin la ayuda de los socialistas vernáculos, a los que obligaron desde Madrid a pactar lo que no tenían claro, el señor de El Sauzal no sería presidente del Gobierno autonómico. Bien es verdad que los nacionalistas de CC confunden sus conveniencias propias con los intereses de todos los canarios; qué se le va a hacer. Había que ayudar a Zapatero en Madrid para que luego el Bambi impusiera su asistencia a CC por estos alrededores. Un IVA más caro para los peninsulares, unas pensiones congeladas para peninsulares y no peninsulares y unos salarios recortados para todos los funcionarios, sea cual sea su ubicación; he aquí parte del precio -lo de un país al borde de la quiebra y en el abismo laboral es tema aparte- pagado por todos para que don Paulino siga volando en helicóptero como el presidente de altura que es.

Una dosis mínima de decencia invitaría a la señora Oramas a mantener un prudente silencio, pero no son estos tiempos en los que abunde precisamente la decencia.