POR FIN saltó la noticia: Marruecos ha concedido a una empresa australiana ocho permisos para explotar el petróleo que se encuentra a tan solo cincuenta kilómetros de Canarias. Era de esperar que si nosotros renunciábamos a explotar el petróleo que se encuentra entre Canarias y Marruecos lo hiciera Marruecos. La cuestión es si es ético renunciar a una riqueza como esa cuando nuestra gente lo está pasando tan mal. Si nos podemos permitir no explotar los yacimientos petrolíferos cerca de nuestras costas, cuando 330.000 canarios y canarias no tienen trabajo y 620.000 son pobres, según los datos del Consejo Económico y Social de Canarias. Y la respuesta es no. La situación es rocambolesca y no se entendería en ninguna parte del mundo. En cualquier sitio, si se descubre petróleo, se alegran. Aquí, sin embargo, parece que es algo malo, una desgracia, un drama. Somos ricos, ¡vaya por Dios, qué contrariedad! Pero ¿cómo hemos llegado a este punto de locura colectiva? ¿Qué nos ha pasado? ¿En qué momento de nuestra historia reciente perdimos la cabeza? ¿Quién dijo que no son compatibles petróleo y turismo? ¿Quién ha decidido por nosotros que vivamos como pobres siendo ricos? Este galimatías, económicamente suicida y socialmente injusto, se ha producido en Canarias gracias a un terrible cóctel molotov, con tres ingredientes explosivos: unos ecologistas ultraconservadores y demagogos, con gran afán de notoriedad pública y evidente poder de convocatoria popular; unos políticos ignorantes y cobardes, sin personalidad, que no se atreven a enfrentarse a nadie, por si acaso pierden sus sueldos, y unos medios de comunicación que les han seguido el juego, porque al parecer la ecología vende más que el desarrollo económico, aunque a veces, como ahora, mate de hambre.

La realidad es que lo verdaderamente progre es que la gente coma todos los días y que son compatibles el petróleo y el turismo, el desarrollo económico y la conservación del medio ambiente. Además, la obligación de los políticos es compatibilizarlos, y, si no lo consiguen, mandarse a mudar. Solo hay que ir a Noruega, un país con una población parecida a la nuestra, que vive del petróleo y el turismo, y ha sabido compatibilizar tan bien ambas actividades que está en el primer puesto del ranking mundial de ingresos y calidad medioambiental, según el último informe de la OCDE. La industria petrolífera es intensiva en mano de obra y consumiría "inputs" del resto de los sectores productivos canarios, el primario (agrícola, ganadero y pesquero), el secundario (industrial) y el terciario (servicios), por lo que tiraría, como lo ha hecho el turismo hasta ahora, del resto de la economía. El trabajo industrial es de gran calidad, porque la inversión se amortiza a muy largo plazo y los puestos de trabajo directos que se crean son estables. Sería la única alternativa real a la construcción, capaz de recuperar el empleo que se perdió en este subsector, más de 100.000 parados, por la crisis económica y la moratoria, porque si no hacemos algo económicamente significativo pronto, nunca volverán a encontrar trabajo. Me resisto a no hacer nada mientras nuestra gente pasa hambre, porque no encuentra trabajo aquí, por lo que se verá inevitablemente forzada a emigrar, otra vez, como les pasó a nuestros padres, al menos al mío.

Me niego a ser pobre si puedo ser rico. Y en todo caso, si alguien sigue erre que erre negándose a que extraigamos el petróleo, por no sé qué extraña e increíble razón, le doy otra, mejor que lo hagamos nosotros, ya que Marruecos no tiene nuestra exigente normativa medioambiental ni le preocupará lo más mínimo cargarse el turismo en Canarias, con el que, por cierto, compite. Somos nosotros los que tenemos que adelantarnos y compatibilizar ambos negocios, extraer el petróleo, ser ricos y dejarnos de boberías, que es de lo que estamos hablando.

Canario Nacionalista, CCN