TENIENDO en cuenta lo que resta del día, aún quedan por delante tres intensas jornadas para continuar en el embrollado camino electoral iniciado hace algunas semanas y, olfateando el nervioso entorno reinante, con episodios francamente deleznables, parece como si el final estuviera aún muy lejos. Lo cierto es que todo terminará el próximo sábado con el inútil día de reflexión (eso esperamos, no vaya a suceder algo oscuro como en las últimas elecciones generales), para culminar al siguiente domingo, fecha que se convertirá en el día más largo para los distintos candidatos y, sobre todo, para los felices ciudadanos designados por la Administración electoral para formar parte de las diferentes mesas, incluidos los apoderados e interventores.

Las elecciones del bipartidismo (algunos no sabrán-podrán encajar el destete de la gran ubre política) pueden convertirse en todo lo contrario a un tranquilo paseo, es decir, a una formidable carrera de obstáculos donde los árbitros harán la vista gorda, porque, probablemente, valdrá casi todo (auditorías incluidas). Los tradicionales cuchillos, volando de una espalda a otra en forma de "tú más"; las cáscaras de plátanos, arrojadas sin malicia durante esos mítines absurdos; los saludos, afectuosísimos, tan proclives en nuestro bienamado Parlamento; las sonrisas matinales que encierran una carga de profundidad que asustaría a un superviviente de la última guerra mundial...Todo este muestrario de unas fraternales relaciones que ahora mismo se deslizan por los distintos despachos de la Comunidad ("¿Me quedaré? ¿Habrá moción de censura?") quedará como un bonito modelo a enseñar a los niños de nuestros colegios a la hora de tratar de divulgarles lo que son las buenas costumbres, el respeto a los demás, la lucha sincera por la tierra que los vio nacer y, en definitiva, las virtudes que encierra una democracia. Indudablemente, los escolares pensarán que se les ha explicado una versión local de una película de acción.

A la vista de lo que los dos grandes partidos han filtrado a la calle (aquí no escribimos de aventurillas o perpetuaciones en el poder), los ciudadanos tenemos las cosas claras. Más concretamente, dispondremos de dos opciones: una, votar lo mismo que hace treinta años; y dos, irnos a la playa o al campo y que sean ellos los que se voten a sí mismos. Los más disciplinados, esto es, los que llevan toda su vida con las orejeras puestas, tirarán por el camino de en medio y repetirán la idéntica acción de los últimos tiempos, lo cual les convertirá, a priori, en cómplices del auténtico desgobierno que se ha vivido en toda España... y en Canarias. Repasando la cartelera de espectáculos, vemos cómo las distintas organizaciones políticas presentan las mismas películas ¡con los mismos actores! O sea, de antemano conocemos el final. Puede suceder, sin embargo, que algún productor ofrezca un estreno con un viejo protagonista tratado, eficazmente, por "photoshop" que lo rejuvenece veinte años para que los aficionados se dejen llevar por esta engañosa novedad, olvidándose de los diplodocos y otras reliquias ilustres de las Islas y la Península.

¿Existen diferencias entre la inmediata consulta y las anteriores? Por supuesto que sí y absolutamente profundas. Unos y otros, los que van a administrar (es un decir) y los que seguiremos de administrados, hemos adquirido una formidable experiencia: todos estamos más curtidos (es una expresión menos dura) y preparados para lo peor. Pero, en esta ocasión, es opinión generalizada; habrá que depositar el voto pensando no en el candidato amigo, sino en quiénes demonios pueden terminar con esta situación económica caótica. La caca que lleva a cuestas cada partido queda difuminada en el mundo imprevisible que constituye todo aquello que gire en torno al dinero y al empleo. Pero ¿la gente conoce lo que realmente ha ocurrido para que se hayan convocado estas elecciones anticipadamente? ¿Y por qué no más anticipadamente todavía, lo que hubiera significado iniciar las medidas necesarias, no impuestas hoy desde Europa, hace un año? Lo que ha sucedido es que, desde las formaciones políticas, en colaboración con medios afines, se disfrazó el problemazo ante la opinión pública. No tuvieron en cuenta el efecto "boomerang", aún no del todo esclarecido. Primero cayeron países norteafricanos. Después, los periféricos europeos. Se desconoce, por suerte (así no habrá arcadas), el mundo de intereses que impone y mangonea la política, degradando a los dirigentes títeres que lo aceptan voluntariamente. Nunca conoceremos toda la verdad..., pero el ciudadano seguirá votando.