EN EL SIGLO pasado, en septiembre de 1999, tuve la oportunidad y necesidad de unirme sentimentalmente a una cachorrita con pedigrí de una de las razas más populares y versátiles del mundo. Trabajadora nata, afectuosa con la familia, excelente guardián en su territorio, ha cuidado con vehemencia, valentía, inteligencia, abnegación y fidelidad de la casa.

¡Chapó! Muy nerviosa al principio de su existencia, ahora se ha serenado en la madurez y ejerce como una verdadera reina guardiana en su parcela de influencia.

No en vano, a los pastores alemanes los llaman perros policía. Están presentes en la mayoría de las fuerzas de seguridad en el planeta e incluso en las elites de los ejércitos, donde cuentan con unidades específicas denominadas K-9.

Son animales vigorosos, ágiles, bien musculados, despiertos y llenos de vida. Robustos y flexibles, ligeramente alargados, sus potentes mandíbulas cierran en tijera y pueden generar una fuerza de más de 180 kg, superando en este sentido a razas como el pitbull, el akita o el bulldog americano. Pero generalmente, y lo digo únicamente basado en mi experiencia, solo reaccionan agresivamente cuando creen defenderse o están muy seguros de proteger su entorno; de resto amagan, enseñan colmillos o ladran amenazadoramente como los gorilas, que se golpean en el pecho, con miedo y buscando efectos disuasorios.

Mi amiga se llama Kala y ya es viejita, la pobre. Lo que les quiero contar se apoya en la percepción de que últimamente la noto rara. Me mira de arriba abajo. Rasca la puerta. Cuando la saco a pasear, con sus cuartos traseros un poquito renqueantes, parece que es ella la que decide a donde ir, la que manda en mis acciones. Supongo que es por su edad relativa, porque sus ojitos van necesitando tratamiento semanal, y también porque no oye demasiado. Está más sorda que una tapia. Entre unas cosas y otras, entiendo que mi perrita sigue aplicando el instinto grabado en sus genes protectores y defensivos, pero que ahora, un poco condicionados y distorsionados por la edad, pueden ocasionarle lagunas, fallos, errores, apelaciones a la comodidad o al egoísmo y caducidad en lo que respecta a los reflejos. Puede que a su manera chochee.

¡Seguro que es eso!, y quizás pueda utilizarlo como un símil ocurrente de lo que me parece la política económica germana aplicada a la economía europea.

Parto de que -Rajoy así lo declara- el objetivo número uno del hasta ahora desconocido en detalles programa del Partido Popular va a ser activar la economía que a día de hoy se muestra con un encefalograma plano tan preocupante que es difícil visionar la salida. De hecho, para mi sorpresa, la bolsa ha bajado y la prima ha seguido tambaleándose la jornada después de la inapelable victoria conservadora en el Estado español. ¿Qué quieren? Digamos que por parte de los nuevos dirigentes se va a procurar una secuencia como esta: el buen hacer, la fiabilidad, la confianza, el ajuste, el brazo firme, la austeridad, la rectitud, la honestidad, las cuentas en regla, deben generar el aliento imprescindible tanto de cara al exterior como al interior -empresarios, autónomos, trabajadores- para echar a caminar el invento, produciendo confianza y dinámicas de activación.

Pero hay que reconocer que esas pretensiones son en cierta manera voluntaristas o utópicas Me explico: esos mismos objetivos eran los prioritarios para alcanzar y cumplir con todos los planes de estabilidad del gobierno anterior y se basan en aportar un estímulo de mayor fiabilidad para concluir con mejores cifras de demanda, desatascando la rueda para que vuelva a funcionar el mercado, impulsando el crecimiento y creando empleo y riqueza con el fluir del crédito.

Como terapia, nada nuevo al sol, "el cuento de la lechera". Porque la máquina de hacer rosquillas no solo depende de la seriedad. A mi modo de ver, no basta con hacer el trabajo más eficientemente y mejor, reduciendo gastos. Es lo que Zapatero intentó con ahínco en sus múltiples paquetes de medidas pero que nunca en el periodo posterior al estallido de la crisis de Lehman Brothers consiguió. Es más, salvo Alemania, no creo que nadie lo esté consiguiendo, ni en EEUU ni en Europa.

Los propósitos de don Mariano son buenos, pero muy insuficientes sin la herramienta financiera. La historieta de mi perra propone la posibilidad de que el instinto del viejo continente por proteger, en este caso del lobo de la inflación, sea un puro chocheo.