PARA EMPEZAR, y no lo digo yo, sino aquellos con más autoridad científico- sociopolítica, el nacionalismo es una ideología como cualquier otra dentro del espacio del pensamiento político. Además, en estos momentos y tras la fractura de la Unión Soviética, que era un amasijo constituido por pueblos unidos por la fuerza y atados por los lazos del comunismo, cuando los nacionalistas de esos pueblos quisieron situar la historia en su lugar, en su punto de partida, lo consiguieron, y el artificio de la Unión Soviética desapareció dando lugar a un nuevo mapa europeo. Lo mismo aconteció en Yugoslavia, igual que en Checoslovaquia. El nacionalismo es la ideología dominante en el planeta y la que está poniendo en jaque a todos aquellos que aún conservan la idea del imperio y de la inmutabilidad de los territorios, los que si ahora están conformados de una manera y bajo una estructura política concreta esta no será sempiterna e inamovible, puesto que la historia y los acontecimientos han sacudido de la modorra a los pueblos y los han llevado casi siempre hacia donde pretenden llegar.

Cuando se transita por los vericuetos de la política tendremos al menos que procurar no confundir las cuestiones arrastrando errores conceptuales que desvirtúan la realidad de la misma.

El nacionalismo es una ideología con unas bases argumentales perfectamente claras y que lo definen. Así, por citar algunos ejemplos al respecto, el socialismo es una ideología cuyo empeño y fundamento es procurar una sociedad igualitaria. El comunismo está por la abolición de la propiedad privada y donde las clases sociales se han difuminado; el anarquismo persigue la destrucción del Estado; el liberalismo promueve las libertades civiles, etc. En fin. Y el nacionalismo ¿qué? ¿Qué es el nacionalismo? Cansados estamos de ponerlo de manifiesto, y lo hacemos una vez más, y no porque a uno se le ocurra esto o aquello, sino porque si hablamos de ciencia política hagámoslo, pero no le demos patadas ni a la historia ni a los conceptos. El nacionalismo es aquella ideología (vaya empeño en decir que es un sentimiento) que se introyecta en la conciencia y en la corteza cerebral de los que así se titulan para conseguir un fin, cual es la construcción nacional de un pueblo y para que este se consolide como una nación. Y, además, saber que la nación por sí sola no dice, no llega a ningún lado, es un cuerpo tierno, endeble, que para que crezca y se fundamente hay que darle calor con los ropajes institucionales del Estado. Esto no tiene vuelta de hoja, y el que pretenda dársela está operando con una justificación o un pretexto de esto o de aquello, menos, por supuesto, estar en el escenario correcto por donde toman protagonismo las ideologías.

Decir que a donde se quiere llegar es no a la unión nacionalista, sino a la convergencia ideológica nacionalista, es bordear o el esperpento o la esquizofrenia conceptual. No existe aquí ambivalencia; nacionalismo e ideología forman un solo "constructo". Marcan un camino. Se es nacionalista no porque se haya nacido o vivido en una tierra concreta; se es porque se pone en práctica por aquellos que se dicen responsables de las políticas y de esa ideología las bases necesarias y suficientes para conseguir la meta que ya hemos dicho cual es.

¿Que la unión nacionalista es difícil? Por supuesto. ¿Que priman, muchas veces, más los intereses y pruritos personales que los políticos e ideológicos? Seguro. ¿Que la ideología nacionalista necesita que muchos de los que así se hacen llamar se lo crean y sepan de qué se está hablando, porque a veces lo ignoran? También. Ante esto, y por lo que se ve y oye, hay que repensar la situación del nacionalismo en Canarias y poner la inteligencia y la voluntad a trabajar para dar con las claves de los fracasos, que no son ni una ni dos, son muchas más. Estamos de acuerdo en que el camino es complicado, pero hay que recorrerlo, y pronto, porque hay discursos mantenidos en el tiempo que son romos, reiterativos, machacando siempre sobre el mismo tema, monocordes, y desde la concepción del nacionalismo ignoran qué es una nación, que es ni más ni menos que aquella colectividad que comparte una cultura, que tiene un pasado común y un futuro que camina hacia la autodeterminación del territorio donde vive y dispuesta a iniciar un proceso de independencia cuando así lo diga la mayoría.

Todo eso hay que tenerlo en cuenta para dar con el fundamento y poner esta tierra en su sitio. Y para ello no hay otra alternativa que la unificación. Y si hay algunos que se creen supernacionalistas, que están por encima del bien y del mal y que no se reúnen con cualquiera, pues nada, qué se le va a hacer, pero al menos sería un triunfo si se contara con la mayoría de las organizaciones políticas que por ahí caminan.

El nacionalismo no es de centro, ni de izquierdas ni de derechas, simplemente se es nacionalista. Otra cosa es el cambalacheo y los dualismos, que las ideas no se pueden permitir, y, además, hay que saber y tener bien clarito que el PP pretende impulsar un proceso de "recentralización" para irse cargando paulatinamente esos diecisiete miniestados que comprometen, según dicen, la unidad de España. El enemigo a batir por el PP es el nacionalismo, y más acentuado aún, el nacionalismo canario. De ahí que aliarse con él, desde una posición nacionalista y creíble, es eso, "pactar con el diablo". Si por el PP fuera, ahora mismo se cargaría el Título VIII de la Constitución y promovería un modelo de Estado supercentralista, jacobino y omnímodo, donde los nacionalistas estaríamos perfectamente señalados y no quiero decir perseguidos, pero poco más o menos. Si no, que se lo pregunten a Amaiur.